domingo, 27 de noviembre de 2011

estrategias

Estrategias raras de mi mente me mantienen ausente, abstraída, queriendo huir hacia la lógica y quedándome a mitad de camino, entre la huída y el deseo. El deseo de que no existan caminos prohibidos o de que la normalidad venga a visitarme. Pero no sé qué es lo que me altera, ni quiero saberlo, no quiero darme cuenta y no lo digas tú porque no quiero oirlo. Y pasan los minutos, las horas... y el día, y yo, como el carrito del super que aunque lo diriges recto se tuerce hacia un lado, yo me voy hacia el absurdo, sin poder enderezar el recorrido. Sin poder escoger la razón a la locura, sin poder agarrarme al sentido común, a la prudencia, a lo sensato,...qué cansancio.

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Imagen: Sarah Lucas

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Está

A ver, tú eres mi amigo ¿para qué? para estar cuando te llamo por teléfono ¿verdad? Para escucharme cuando tengo que decirte algo importante, aunque sea la cosa más tonta ¿no? Pues entonces, haz el favor y está. Porque si no, no me queda claro qué papel juegas. Si eres el amigo, está. ¿Me estás escuchando? Ya lo sé que no estás pero me irás a leer al menos, digo yo, haz algo ¿no? por que es que esto es absurdo ya, y no se cómo entender tu amistad. Porque si te llamo y no estás, pues da rabia, hombre, y uno se pregunta, pero ¿por qué lo hace? ¿por qué no está otra vez? Otra vez no está, me lo ha tenido que volver a hacer. O esta es otra, porque me devuelve la llamada cuando no va bien, porque siempre me devuelves la llamada cuando no va bien. Pero yo, descuelgo el teléfono para decirte que no va bien, yo estoy ¿lo ves? ¿ves la diferencia? ¿la ves, verdad? A ver si aprendemos a estar, hombre, que no es tan difícil, creo yo. Si no todo lo demás no tiene ningún sentido. No es lógico ¿Lo ves? Lo digo para ayudarte, para que dejes de hacer cosas tan raras o vas a quedarte sin amigos, ¿vale?

jueves, 3 de noviembre de 2011

Frutos secos

De momento cuento doce, y el paquete todavía está por terminar. No me parece bien que sucedan estas cosas, y se me plantea la duda. ¿debo luchar por conseguirlos sabiendo que será una lucha ardua y con toda seguridad de resultados mínimos o nulos? ¿o acaso debo olvidarme de ellos? Doce pistachos malogrados a cuyo interior no puedo acceder, pero sé que existen porque puedo verlos, tocarlos, olerlos y chuparlos, aunque permanezcan herméticos y parezca que ellos también me vean a mi. Lo que tengo de ellos me gusta, su forma, su color, su olor y su sabor,...
Y lo sé, sé que no hay lucha válida para ellos, que no será sino insatisfactorio el resultado si la empiezo, conseguir cansarme, impacientarme, y tan sólo obtener en el mejor de los casos una pequeña recompensa, si no acompañada de algun accidente doméstico en forma de dispersión.

Pero es dificil olvidarse de lo que no se puede, renunciar a lo que te gusta y sabes que existe. Al final sólo queda tirarlos a la basura junto a su recuerdo.

¿Me hubiera gustado no haberlos visto?

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Imagen : Lucio Fontana


lunes, 31 de octubre de 2011

lágrimas azules

Si me muriera mañana ¿llorarías? ¿o sólo estarías triste?

Estúpidamente las lágrimas parecen ser un certificado con garantía de la pena más profunda, y, aunque es mentira, me pregunto por qué la alegría no se manifiesta de la misma forma palpable, o de otra, documentando de algun modo material esa emoción. ¿Por qué? La pena moja de forma indiscreta, poco íntima, y la alegría no.

Reivindico que los cuerpos se comprometan con la alegría profunda, que expulsen públicamente alguna sustancia visible a todo ser ajeno y desconocido y de forma inevitable e imparable en plena calle.

¿No podríamos sangrar la alegría? ¿o expulsar lágrimas dulces por los mismos ojos y de color tal vez azul? Sería maravilloso ver a alguna persona sentada en soledad en un parque llorando lágrimas azules, azucaradas.

Si me muriera mañana no me importa en realidad saber si llorarías, por que ya estaría muerta, pero me encantaría verte llorar lágrimas azules la próxima vez que me vieras aparecer. 



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Imagen: Modigliani.

lunes, 10 de octubre de 2011

lavadora

La lavadora parecía que se estaba preparando para el despegue y yo no sabía que hacer, si detenerla, por lo que pudiera pasar, o subirme encima de ella a ver a dónde me llevaba. Casi sin pensarlo tomé la segunda opción. Fue interesante. Sobravolamos toda la ciudad en menos de treinta minutos, la lavadora, mi bolso, y yo. El bolso, lo cogí, porque en él llevo lo necesario para vivir. Cuando sales no sabes si vas a volver, decides salir de alguna parte, o sales sin más, y a menudo no vuelves al mismo sitio, ni aún queriendo.

Y, en efecto, así sucedió, cuando quise volver de mi aventura, la lavadora había encontrado un mundo mejor y me quedé sin billete de regreso. Yo no lo pensé mucho, tenía ganas de desaparecer así que no me importó lo más mínimo encontrar el planeta de las lavadoras voladoras o el país de nunca jamás.

El sitio no era desagradable aunque olía a metal. Me fui acostumbrando, me adapté, incluso al ruido. Ahora escribo desde una lavadora, en este lugar es posible hacerlo, y no me arrepiento de nada. Perdí amigos, mi familia cree que he muerto, bueno, lo creyó. Las lavadoras del mundo están todas conectadas entre sí, y a través de una toalla francesa logré comunicarme con mi madre para que estuvieran tranquilos.

Ha pasado el tiempo y soy distinta, me he adaptado al lugar y a sus gentes, creo que me he convertido en un calcetín, azul. No me va mal como calcetín aunque echo de menos las manos.

Pasan los años y yo, que como todos los demás, cada día estoy un poco más viejo y desteñido, he conseguido ser feliz. Sin embargo, aunque no sirva de nada pensar lo que podría haber sido si algo hubiera sucedido de otra manera, siempre me queda una pregunta: Qué habría pasado si hubiera programado prelavado y el viaje hubiera durado algo más. No sé si mi destino hubiera sido el mismo, o tal vez, si es que existe destino, si me encontraría en el mismo lugar a pesar del prelavado. De momento continuo mi relato de aventura de extraño final o más bien sin él, con la ayuda de un amable guante de lana que teclea la felicidad de este viejo calcetín.

Sin embargo, también resulta raro que nunca me pregunto qué hubiera pasado si no me hubiera subido a la lavadora. Supongo que eso sí estaba escrito. 

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Imagen: Van Gogh

miércoles, 28 de septiembre de 2011

de ida y vuelta

Suenan las doce en el reloj y yo escribo, quizás con la intención de calmar mi espíritu, de liberar tanta emoción que nació de mi, que repartí y que recibí de tantos amigos a los que comuniqué la noticia.

El cariño viajó en mensajes de texto como nunca, en trayectos de ida y de vuelta, en líneas telefónicas cargadas con tonos alegres y voces instaladas en sonrisas, algunas escapadas por un momento del contexto laboral.

Me recitaron incluso ruidos de fuegos artificiales y yo me sentí repartiendo ilusión a trocitos por el mundo, mi mundo que fue el que se alegró y me devolvió en pocas palabras la misma ilusión.

Qué fácil parece a veces querer.

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Imagen: Jean Dubuffet

jueves, 22 de septiembre de 2011

quiero

Si alguien te quiere porque quiere quererte no te está queriendo sin querer, o lo que es lo mismo, tal vez no te quiere.

Querer sin querer requiere no querer pero querer al fin, aún no queriendo querer, quiero decir. 

Quiero querer a menudo sin poder querer, y cuando no quiero querer y aún quiero, es cuando no me quiero. ¿Quiero querer o no quiero? Tal vez alguna vez quiero, y, queriendo quiero, y es querer verdadero.

Sin embargo, a menudo, cuando quiero el quiero, siendo el quiero verdadero resulta ser breve, pasajero.

Por eso es, que, a veces, aunque no quiero, no te quiero.




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Imagen: Edvard Munch

lunes, 12 de septiembre de 2011

alegría

Bailo, salto, canto, corro, grito, ¿cómo? ¿qué? me giro, sonrío, y canto, ¿de nuevo? sí, sigo, vibro, no sé, no pienso, siento, sólo eso, y río por dentro, y río por fuera, y por los lados, me desbordo, sin quererlo ni forzarlo, me salgo del guión y del contexto, me rompo en mil pedazos de alegría, de ilusión líquida en mis venas, feliz por tenerte, por probarte, por reencontrarte, por fin.



Y te eché de menos, lo supe, lo muerdo, el sabor de este instante, que probé, que retuve, que sufrí cuando te fuiste, cuando te eché, con dolor, casi con sangre. Tal vez estuve muerta, porque estoy viva. Era esto, sí, lo recuerdo.

Y repito las mismas cosas, voy al salón, regreso, salgo, entro, me levanto y me siento, nerviosa, me reordeno, no puedo, cómo calmar este momento, de felicidad insensata, de imprudencia inmadura tal vez, ingenua, simple o inoportuna.

Sólo por ti, teatro mío, te amo tanto...

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Imagen: Miró.

miércoles, 24 de agosto de 2011

verdades

Estaba conmigo misma y me hice algunas preguntas. Nadie estaba escuchando. De casi todas ellas obtuve respuestas, algunas más sinceras que otras, lo noté. Pensé que iba a preguntármelo más tarde, más adelante, quizá en un momento más oportuno en el que las circunstancias no ejercieran una influencia tan poderosa que determinara mi falta de honestidad o que desenfocaran mi visión subjetivamente objetiva de las cosas.
Tenía claro que todo iba a seguir igual que hasta ahora. Sabía que nada iba a cambiar, igual que sabía que todo iba a ser de manera distinta. Igual porque la vida no cambia, igual porque somos nosotros los que cambiamos las cosas de lugar para no hacernos daño, en el mejor de los casos.

Después anoté las respuestas, todas ellas, en una hoja de papel de color azul. Las honestas permanecen intactas. Las otras, sin embargo, se han desdibujado con los días, ya no puedo leerlas, existen pero de una forma insegura, como mentiras piadosas o como verdades que nunca fueron bien vistas. Tal vez no haga falta volverme a preguntar, o tal vez deba cambiar las preguntas.

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Imagen: André Derain

miércoles, 10 de agosto de 2011

no me acuerdo

No me acuerdo cómo son sus manos ni cómo es el color de su piel, ni su nariz.

No recuerdo si sus cejas son pobladas, deformes o grises, o si es unicejo.

No sabría decir si sus ojos son grandes, pequeños o si pestañea con frecuencia. O si sus labios son simétricos, robustos, oscuros, o si los mueve cuando no habla. No lo recuerdo.

Debe ser por lo que no olvidé por lo que ahora escribo.


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Imagen: Jean Dubuffet

lunes, 1 de agosto de 2011

a destiempo

Si alguna vez pasas por mi lado y no te saludo, no me lo tomes en cuenta, me sucede a veces, lo hago sin querer, no creas que soy estúpida.

Ocurre que me doy cuenta un segundo después, cuando aún no es tarde, pero no reacciono. No sé por qué no reacciono. No me detengo, no digo tu nombre, ni te tomo del brazo. Tu sigues tu camino y yo miro atrás, un instante, y pienso, "le digo algo", pero no lo hago, mientras tus pies avanzan, igual que los míos, a ritmos distintos y en líneas opuestas. Yo pienso y mientras pienso, dudo, y mientras dudo todo sigue, continua moviéndose el mundo, lento, inexorable, todo sigue su curso en un engranaje natural, cotidiano y raro, que nos hizo encontrarnos.

Y, a veces, me arrepiento.
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Imagen: Camille Pissarro 

martes, 26 de julio de 2011

gris

No voy a escribir cosas tristes sólo porque el día es gris, ni porque ahora de repente ha empezado a llover de una manera lenta y constante.

No va a empañar mi estado de ánimo el agua que riega las plantas del balcón y moja los huertos de los campos.

No voy a escribir las penas que dibuja en la ventana el agua con un cuidado hermoso y una delicadeza inesperada.

Voy a alegrarme, con cautela, por las lágrimas no derramadas y por las que lo fueron, por los días de sol, por el mal tiempo, por el cielo gris, azul o negro y por los truenos.

Voy a sonreir, tranquila, mientras seco despacio una esquina del cristal de la ventana con un trapo limpio y nuevo, para poder mirar y ver de una forma nítida y perfecta todo el gris que hoy ilumina este espacio.


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Imagen: Maurice de Vlaminck

domingo, 17 de julio de 2011

mi amigo el pez

Hace seis años y un día conocí a un pez. Al principio no nos entendíamos porque yo no hablo el pez, soy un elefante. Pero él, rápidamente, con gestos de pez, se hizo entender. Todo es cuestión de voluntad, a veces.

La pecera resultó ser algo estrecha para los dos cuando de un salto entré en su casa para ir a jugar como me pedía. Los peces son simpáticos, o él lo era, y yo no lo sabía. El problema fue para salir de ella pero lo logramos, entre risas y empujones.

Ya no se acuerda de mi, me olvidó en un segundo, pero no me duele. A mi me gustaría que se acordara e incluso que me echara de menos. De acuerdo, soy un elefante sentimental, pero no sufro por ello. Le acepté tal y como era, pez, nunca quise cambiarlo. Yo no le olvidaré en toda mi vida, cuestión de especie, tal vez, aunque no estoy seguro, porque el recuerdo está lleno de cariño. Y supongo que si nunca quise cambiarlo fue porque llegué a quererle con todo lo que él era. Dejo aquí un beso de este elefante que escribe en su lindo recuerdo.
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Imagen: Keith Garrow

sábado, 16 de julio de 2011

joven mientras no se demuestre lo contrario

Quería escribir sobre que me habían salido canas a lo Cruela Devil pero es que el devenir de los acontecimientos me sobrepasa, y no hay tiempo material para escribir lo que sucede antes de que haya cambiado.

Hoy encontré una cana en mi cama. Me alegré. Por supuesto que le busqué un significado, y fue totalmente positivo. Se van, se caen, no se encontraron cómodas en una juventud eterna, desgastada por el paso de los años pero viva, y huyen sin dejar espacio para el olvido.

Tan contenta estuve que ahora deseo que sea mañana para descubrir qué más encuentro. Tal vez cuando dormimos los sueños se llevan lo que no queremos, nos limpian las penas, renovando una energía que nunca muere aunque a veces se fatiga. En realidad no quiero ver qué cosa pierdo esta noche, seguro que me servirá para seguir ganando muchas otras.


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Imagen: desconocido.

miércoles, 6 de julio de 2011

al otro lado del teclado

Estoy un poco cansada y con ganas de escribir lo que a nadie le interesa. Con ganas de poner en unas frases todo lo que tengo aquí, al otro lado del teclado, como si así fuera a salir de mi para instalarse en otra persona, o en un personaje inventado que cabe en cualquier ser humano. Aunque sería imposible plasmar en letras y palabras todo lo que me empuja y me detiene, lo que me saca de la razón y me lleva a ella en un mismo instante. Sólo me queda agradecer a los no lectores su presencia y su existencia por dejarme ser, a veces o casi siempre, yo misma. Y a los lectores, por elegir entre mil, y como una más, esta forma fácil de perder el tiempo, que en días como hoy me hace sentir escuchada.


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Imagen: Paul Klee

domingo, 26 de junio de 2011

calor y vida


Dos copas vacías, una botella, y el viento, que mueve suavemente el mantel que cubre la mesa de madera gastada por el sol y envejecida por los años. Ya no queda nadie en la casa pero el alma del encuentro permanece en el ambiente. La música sigue sonando, y se escapa por todas las ventanas que abiertas abrazan al aire. El calor toca hasta a las sombras, y el verano recién llegado ya sonríe por todas partes. Las macetas, las plantas y los restos de las que lo fueron se apuntan a la fiesta del sol y de la noche, de la estación más cálida de todas, y suda la vida con todos sus habitantes mientras baila para celebrar todas y cada una de las sensaciones de la piel.
 
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Imagen: Edward Hopper

lunes, 20 de junio de 2011

sigo

Hoy pensé que iba a morir de asco, de hartura y de desesperación, pero no, sigo viva, cosa que me alegra. Ni me estalló el cerebro de tanto que aprendí, ni me di cabezazos de cansancio o de locura contra mi linda pared, como en algun momento pensé que sucedería. Ni siquiera acudí al desahogo fácil, y a veces útil, de aclarar la voz con algun otro ser humano, si bien estos días la aclaro con frecuencia con cualquier objeto de los que me rodean, los cuales nunca contestan.

Espero que la causa de mi estado como ser vivo, no sea la lentitud de los efectos y vaya a morir mañana. Eso me supondría un disgusto, más que un alivio. Confío entonces que así sea porque no volveros a ver sí me apena.

En cualquier caso, si me voy, si no vuelvo, deciros que os voy a echar de menos. Aunque parezca mentira son cosas que pasan. Incluso a él, incluso a ti. Esta noche lo confieso.

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Imagen: Ramon Casas

viernes, 17 de junio de 2011

miro por la ventana


Me asomo a la ventana para despejar ideas y oxigenar cansancios. La noche se acerca, y con un cielo cada vez menos claro, algunas luces encendidas de casas vecinas absorben toda mi atención. Cuadraditos iluminados, que parecen vivos, parpadean, y yo imagino las vidas que transcurren detrás de cada uno de ellos. En alguna cocina, parece que preparan la cena, en otro punto, más alejado, descansan tras un día agotador, lleno de actividad, o vacío, quién sabe. Los miro y me pregunto, qué estarán pensando, qué añorarán o qué deseo oculto pasará a diario por sus mentes mientras hacen cosas a esta misma hora. Qué les esperará en los próximos minutos o que irán a hacer mañana. Me gusta saber que todo se mueve mientras yo observo aún sin ver demasiado, aún viendo mucho con lo que imagino a toda velocidad, antes que caigan algunas persianas o la imaginación me lleve a cualquier otra parte.

Y el descanso me produce alejarme de mi misma, de mi propia cotidianiedad, y de mis propios deseos. Bonito paisaje. Respiro.
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Imagen: Hans Hoffman

domingo, 12 de junio de 2011

hablando se entiende...la gente

Esta noche, cuando de nuevo me busque, y me encuentre, ya se lo que voy a hacer. Hablaré claramente con él, le diré que yo no gano nada con esto, y él, -también se lo diré- seguramente tampoco, aunque parece ser que nació para ser así, para hacerme esto, a mi y a mucha otra gente que tampoco tiene culpa ninguna. Pues, lo dicho, esta noche, porque seguro que de nuevo va a aparecer, le diré que no me gusta, bien alto, que ya me está molestando de verdad, que por favor desaparezca de una vez, que me gustaría (y lo siento, pero es así) no haberlo conocido nunca.

Maldito insomnio...

domingo, 5 de junio de 2011

mi horóscopo

Mi horóscopo me miente. Estoy segura. Durante años he hecho verdaderos esfuerzos por encontrarle un significado a cada cosa que me decía, pero es que es imposible.

La semana pasada, sin ir más lejos, me hablaba de la buena relación con mis hijos, de una aventura amorosa y de un problema laboral que sería inevitable. Yo, con mis hijos me llevo a matar, y la aventura ya la tuve pero fue hace tiempo, y no voy a engañar más a mi marido (para no crear malentendidos con mis hijos, principalmente). Por otro lado, el problema laboral es del todo evitable: estoy sin trabajo.

Pero es que siempre es así. Me indigno sólo de acordarme de aquel verano cuando me dijo que tendría una comunicación my fluída y estuve con afonía dos semanas, y sin internet. O cuando lo de que perdería el empleo y me ascendieron. En fin, que es inadmisible y no se a quién reclamar, porque, además, es así en todos los lados: diarios, canales de televisión, internet, revistas especializadas, congresos de horoscopología...pagué veinte euros el otro día a una mujer para que me leyera el futuro y también fue todo mentira. Ya no le dije nada, le di las gracias, aparentando ilusión, porque he visto que es un problema mío, que voy en contra de ellos.


Debo estar haciendo algo mal.

Al final estoy pensando en empezar a hacer caso a mi horóscopo, adaptarme yo a lo que disponga, cueste lo que cueste, a pesar de todo y de todos. Tendré que ser fuerte, tengo que lograrlo, tengo que hacer lo que se espera de mi y de mi signo. Lo conseguiré.


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Imagen: M. Barceló

miércoles, 25 de mayo de 2011

emociones

Demasiadas emociones para escribir sobre mi. Triste y alegre por lo que sucede a mi alrededor y por lo que no, por lo que quisiera cambiar, por la esperanza y por la desilusión, por la lucha, por las voces que creen y por las que no. A ratos alegre y a ratos triste por un mundo raro, vivo y tantas veces amargo, por la injusticia, por una sociedad que se enciende y se apaga, que se vuelve loca, inhumana, irracional, o que vibra, y nos deja pensando. Y actuando, pero de una forma discontínua, como una línea que se rompe por el cansancio, el desengaño, o por la cotidianiedad de lo humano. 


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Imagen: Roberto Matta

viernes, 20 de mayo de 2011

el país del dos

Había una vez un país azul en el que todas las cosas eran de a dos. Dos trabajos, dos casas en dos ciudades para cada habitante, todos ellos gemelos. Era muy aburrido porque nunca nadie podía estar solo. Los humanos y los perros iban siempre de dos en dos, el café siempre era doble, las fuentes en los pares de plazas tenían dos salidas de agua, y las avenidas, con sus dobles semáforos, tenían árboles por duplicado cada dos metros. Como no existía el número uno era muy difícil tener un rato tranquilo, tenías dos, lo que a veces era demasiado. Dos veces en la vida te enamorabas, de dos personas a la vez y las dos veces o te iba muy bien o te iba muy mal, te dejaban o dejabas, enviudabas o morías. Si morías la primera vez era un fracaso para el cuento entonces eso nunca pasaba.

Un día, perdón, dos días, pasó que una persona quiso estar a solas durante dos semanas, porque había oído que en otros países era posible. Tuvo mucho miedo pero lo logró. Hizo dos maletas y abandonó a su gemelo y sus dos casas sin decir nada a nadie, sin dejar dos notas siquiera. Al día siguiente, el país se descuadró: había aparecido el uno.

Al principio todos sintieron malestar, y después curiosidad por la nueva situación. Salieron a las calles, inseguros, por la falta de costumbre y por el temor a lo desconocido, y sin violencia, empezaron a romper cada doble farola, doble semáforo, y así todo lo demás, dejando las ciudades totalmente impares en cada uno de sus componentes. Las personas se separaban al caminar, y regalaban una de sus casas, bicicletas o cepillos de dientes volviendo todo individual. La gente se volvió individuo.

Parece ser que nadie había inventado nada, parece ser que el uno ya existía pero nadie lo sabía. Nadie, hasta ese día, había sido capaz de pensar de otra manera, nadie se había atrevido a probar ni por dos veces lo que no estaba escrito ni previsto.



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Imagen: Ramon Casas

viernes, 13 de mayo de 2011

A punto estuve...

A punto estuve de decirle claramente que no me interesaba su vida lo más mínimo. Y que la forma de entusiasmo desproporcionado, sonoro e imprudente con la que dejaba el diccionario encima de la mesa cada cinco instantes, (a una distancia por otro lado incómoda y entrando en lo que era mi espacio), no iba a aumentar mi interés por si estudiaba ruso, (estudiaba ruso) o estaba leyendo un libro con las páginas en blanco. No sé si entendió que mi mirada de estupor era porque me estaba molestando. Igual que el sonido de su boca en tono quejumbroso, y sus gestos aparatosos de enfado, cuando el llanto insistente de un bebé durante quince segundos, o algo menos, inundó por completo la sala. ¿Qué quieres, que lo ahoguen? fue lo que mi mirada, una más, le gritó a sus ojos antes de darme cierta risa, falsa, por su extrema ridiculez. Después aprendí a ignorarlo, no sin esfuerzo, concentrándome en mi concentración y en mi deber. Aunque fue tras una pequeña interrupción o pausa que me tomé para escribir -supongo, por el simple placer del desahogo-, sobre las personas de presencia intencionadamente exagerada, de agresiva existencia, que despiertan de entrada y de forma inevitable un enorme e interminable desinterés.


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Imagen: Picasso

cansados

Si alguna vez presenciaste una pelea de perros comprenderás lo que quiero decir. Aunque uno de ellos llevaba casco y el otro se bajaba de un coche caro y los dos tenían forma humana. No fueron frases en realidad lo que escupieron sus cuerpos, ni siquiera palabras, extraños gemidos, voces altas de animales feroces que parecen no haber comido durante días.

Hubiera querido quedarme, sólo para mirar, de nuevo con estupor hacia el comportamiento humano, hacia el animal racional que somos, con capacidad de pocas cosas muchas veces.

Pero no fue posible, y tampoco lo hubiera sido permanecer en la invisibilidad como me hubiera gustado. Observarlos desde muy cerca, oler su rabia, poder tocar cada arruga de amargura de sus rostros, cada poro de insatisfacción cotidiana y tal vez imparable.

No se mordieron físicamente pero me salpicó la violencia. Demasiado temprano para no verlo, demasiado pronto para recibir el impacto de la sensibilidad de los hombres demasiado cansados. 


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Imagen: Dubuffet

martes, 10 de mayo de 2011

¿valdrá la pena?

Hay algunas cosas que valen la pena y otras que no. El problema o más bien la cuestión porque tampoco resulta tan dramático, es saber distinguirlas y hacerlo a tiempo. Tener olfato suficiente para reconocer esta simple tipología de situaciones, hechos o momentos, a la que no siempre es fácil detectar de manera conveniente. Saber aquello que podemos evitar simplemente por que no vale la pena, o no menospreciar aquello que por desconocido o por que no brilla lo suficiente hasta que te acercas un poco más de lo que se espera, nos vamos a perder sin tan solo percibir que sucedió.

Tenerlo en cuenta no está de más, y no porque el tiempo sea oro, sino porque como ya dije otras veces, elegir parece ser la clave en la vida, conscientemente quiero decir, y también "dejar fluir", aunque quizás sea lo mismo.

El rastro de lo evitable, aunque a veces nos puede hacer crecer, otras nos deja en un estado de intemperie provocado al final por nosotros mismos. Entonces cabe preguntarse si vale también la pena crecer tanto o resulta más conveniente vivir con menos sabiduría. No estoy segura.

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Imagen: Desconocido

lunes, 9 de mayo de 2011

crecer

En un esfuerzo extremo de madurez afronté los hechos, sin opciones y sin reproches, sin repetir las palabras que nacieron muertas, que existieron para no ser nada, o para hacernos libres. El camino es virgen y la vida cada día es diferente y al final la buena comunicación es la buena estrella. Y las palabras vuelven a nacer, florecen, esta vez para permanecer vivas, para podernos reir de nosotros mismos, de los errores que cometimos sin red y sin querer, que en cualquier caso no fueron en vano, sirvieron para crecer, seguramente, para seguir sintiéndonos vivos.


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Imagen: Edward Hopper

lunes, 25 de abril de 2011

desencuentros

Él piensa que te podría hacer feliz y tú tienes la certeza de que no. Él tiene la certeza que pasar una tarde contigo sería divertido, y tu estás segura que sería larga. Él imagina que te abraza, y piensa que tal vez tú te sentirías plena. Tú conoces la sensación que te produce su presencia, y la evitas. Tú le miras porque has de hablarle y él también, y son unos instantes que aprovecha al máximo. Tú te das cuenta. 
Y tanto tú como él sabéis que todo es por azar, por mala suerte o por fortuna. Sabéis que es dificil el amor y extraordinario que dos personas coincidan, en un lugar, en un momento oportuno y en un mismo interés, de piel, de carácter, de ilusiones y hasta de interrogantes. Pero en algunos casos, saber no es suficiente. 


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Imagen:  Tamara de Lempicka.

domingo, 24 de abril de 2011

lágrimas ajenas

Hoy pienso en las lágrimas de los que aman y me pregunto a dónde irán, en qué lugar habitan, en qué lugar se funden con la vida o crean espacios imborrables.

Hoy quiero quitarlas, eliminarlas de un plumazo y con un grito, para que salgan, que se larguen y se esfumen con el viento.

Y no puedo escribir sin derramar alguna, que sin derecho a hacerlo cae, inservible, desubicada por incomparable. Porque el dolor, aunque en mi tiene otro nombre, existe por no poder hacer nada para salvarlos de esa tristeza que hoy parece infinita.


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Imagen: Matisse

domingo, 17 de abril de 2011

Espejo espejito

Me encantan las patatas fritas de bolsa y odio el café con leche, pero nunca tomé la decisión en ninguno de los dos casos. Me vino dado como otras cosas a las que resulta imposible renunciar. A mi me gustaría que me gustara el café con leche, siempre lo pienso, para tomarlo bien caliente en invierno y que me reconfortara. Pero lo detesto, la leche me produce náuseas. Supongo que no se puede ir en contra de algunas cosas que son parte de nuestra esencia. A parte de que el respeto, a mi entender, empieza por el que uno se tiene a uno mismo, e ir por la vida en dirección contraria, a la larga desgasta y produce efectos secundarios y raros.

Qué nos gusta y qué no, qué somos y qué necesitamos para ser felices, o, dicho de otro modo, qué nos falta y qué nos sobra. No es de fácil respuesta la pregunta y puede incluso resultar incómoda. Solo parecería interesante responder de una forma serena y desde la plena libertad, esa de la que no podemos escapar cuando nos miramos a solas frente al espejo. Quizá vale la pena detenerse de vez en cuando y desde el coraje tomar las decisiones que sí están a nuestro alcance, para no olvidarnos de nosotros mismos. No vaya a ser que el tiempo pase, el subconsciente actúe o la fuerza de la costumbre, y sin darnos cuenta nos habituemos a la náusea y lleguemos a confundirla con la normalidad. Lo que viene dado es lo que somos, pero en todo lo demás mandamos nosotros. Fantástico, entonces.


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Imagen: Modigliani

lunes, 4 de abril de 2011

Llegaré

Soy un hombre muy pequeñito, pero nadie lo sabe. Me inventé una grandeza y alguien me creyó. Y después todos los demás. Ahora estoy solo aunque tengo miles de amigos que no saben quien soy. Me voy. Voy a buscarme. Y si me encuentro encontraré alguna cosa. Y si no me encuentro, continuaré caminando hacia ninguna parte, y llegaré a ése lugar, seguro.


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Imagen: Fernando Botero

domingo, 3 de abril de 2011

primavera

Qué lindo cuando te miro y tú dejas de hacerlo en un segundo, de inmediato, casi con susto, como el niño descubierto haciendo una maldad. Grande lo que estás haciendo ahora que es nada, nada más que dejarte contemplar. Te mueves, sales, entras para que yo te vea, y me encanta, y te observo, y disfruto, cada movimiento, cada acción, cada gesto, cómo caminas, cómo bebes y cómo haces ver que no estás completa y absolutamente pendiente de mi. Quiero alargar este momento, registrarlo para visionarlo mañana. Por si ya no estás, por si ya te fuiste, por si nos aburrimos o nos distrajeron otras presencias, intereses, inquietudes. Pero qué extraña la timidez que me alcanza cuando tengo que hablarte, cuando la distancia se acorta y las miradas se obligan, y qué lindo tú y qué linda tu sonrisa y qué linda la primavera.



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Imagen: Roy Lichtenstein

miércoles, 30 de marzo de 2011

ser o no ser...gracioso


Ser o no ser gracioso, esa sí es la cuestión. 

Algunas personas tienen gracia sin querer y otros quieren sin tenerla, lo que demuestra que querer no es poder en todos los casos, y aunque odio decir esto, la vida es dura a veces o no del todo satisfactoria, que suena algo mejor.

Todos conocemos a alguien que no tiene ninguna gracia pero que se esfuerza día a día por conseguirlo. No obtiene un resultado proporcional al esfuerzo, sino todo lo contrario, pero no desiste, porque a él le hace gracia. En esos casos, si lo has sufrido sabrás que, a veces, de todos modos la risa te asalta. Sucede después de varios segundos de inmovilidad, de estupor, al parecerte imposible el hecho, inverosímil casi, y tras creer o preguntarte si acaso estarás soñando. Y a pesar de las ganas de huir, de escapar de ese momento lamentable y hasta cierto punto doloroso, que no cómico, cabe preguntarse si tal vez haya un mérito detrás de esa habilidad sin igual, o si hay que admirar, estimular o promover esa insistencia, ese atrevimiento, valentía incluso, ese hacer lo que uno quiere sin esperar el aplauso o la aprobación, o al margen de él.


Si bien hay que considerar nuestras limitaciones, y tal vez no deberíamos dedicar nuestra vida profesional al humor si somos uno de ellos, hacer lo que a uno le apetece sin querer agradar resulta no menos que interesante y me pregunto si no será eso la libertad. En cualquier caso, por algun motivo desconocido, quizá por algo que me debió parecer gracioso, hoy quería escribir sobre ellos (no sin esfuerzo por ser graciosa).


martes, 22 de marzo de 2011

un guante

Entre gente apresurada y turistas a ritmo de tortuga extranjera, caminaba yo a compás urbanita mirando al suelo como hago a veces, cuando vi lo que siempre de alguna manera me entristece: un guante. Un guante solitario a la espera de nada. Un guante ocupando un lugar menos que secundario en la escena, desatendido, abandonado e ignorado como nunca antes lo fue. Y como otras veces me sucede, me hizo pensar en el otro, en el que dejó de ser también por haber perdido lo que le daba sentido. ¿Dónde estaría? Quizá en otra ciudad, en otro país o en algun aeropuerto, o a cinco minutos de distancia, quién sabe, pero sufriendo seguramente el mismo desprecio. Una muerte de algo que aún es, pero que ya no sirve para nada. Porque aunque la otra parte aún existe, que es el hecho que resulta más dramático, la separación los vuelve a ambos objeto inútil.

Y aunque era realmente hermoso, permanecía en el suelo aún cuando giré la cabeza unos metros más lejos para volverlo a observar, para despedirme, y dónde debe continuar todavía a estas horas.

Una historia triste la de los guantes perdidos, la de ser guante, en realidad, la de la separación que te anula, la de dejar de ser, solo por ser mitad. Qué triste ser mitad.

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Imagen: Keith Garrow

viernes, 18 de marzo de 2011

si no le importa

Por favor, si no le importa, caballero, ¿sería tan amable y... me devuelve el corazón? Es que es mío, jeje, gracias. Oiga, perdone, olvidé decirle algo, ¿me devolvería la ilusión? Oh, gracias, es usted de lo más adorable. La echaba de menos. Y espere, perdone, señor, tiene usted mi pasión por ahí también, creo. Ahí está, gracias, la había perdido también, gracias de nuevo, ¿eh? Y perdone, disculpe, es que también tiene mi risa, esa que es tan divertida...vaya, ya la tenemos. Qué bien. Bueno, pues nada, qué le iba a decir, ¿qué sabemos de...una parte de mi cerebro o...de mi mente? ¿o me equivoco? ah ¿toda? oh, vaya, pues sí que la necesitaría, sí. Gracias, muchas gracias. De veras, que me está haciendo usted un gran favor. No se imagina. Hala, pues, ya está, que me voy entonces, solo me queda darle las gracias de nuevo, y...¿cómo? no, ¿eh? lo sé, yo tengo..., sí, sí, todo lo que está diciendo, sí, pero de otros nombres, no del suyo, de usted no tengo nada, lo sé, no se preocupe. Pues eso, adiós, adiós. Cuídese mucho, por favor. ¿Lo hará?



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Imagen: Paul Klee

lunes, 14 de marzo de 2011

mi ciudad perfecta

Os voy a robar a algunos de vosotros para poneros en mi ciudad perfecta. Cada uno habréis sido puestos allí para una función, aunque después os haga libres para que podáis sorprenderme en cualquier faceta. Así pues, algunos cantaréis, otros escribiréis, otros me haréis reir o pensar con vuestro ingenio, y otros solo haréis vuestras vidas a las que yo podré observar y ya será suficiente.

Mi ciudad tendrá mar y montaña, calles, bares, teatros, y espacios verdes sin ruidos urbanos ni motores. Y estarán todos, todos los que fueron diferentes, los que me regalaron un recuerdo, todos los que encontré o me encontraron en el camino y que siguieron el suyo que a menudo está demasiado lejos del mío, en otras ciudades, en otros países, o en otros horarios, ajenos a mi espacio y a mi tiempo, a mi ritmo o a mis necesidades, y a los que no puedo tocar o mirar siempre que me apetece.

Pero como esto es un sueño y la ciudad perfecta no existe, me conformo con tenerlos en mi mente hasta que salgan de ahí, o les dejo permanecer si lo hacen, forjando mi memoria y mi propia existencia.

Por todo lo que me dieron, ya son algo de mi misma, y el recuerdo a menudo es demasiado sabio, y tan absurdo como inútil es intentar manipularlo. Tratar de forzar el olvido o instalarse en el recuerdo es de locos o al menos  yo no le veo el sentido.

Vivir en el pasado, es como dejar de vivir y me pregunto si a alguien le interesa en esta vida rara que cambia cada día un poco, a veces demasiado, pero siempre de forma inevitable. Y nunca sabes cuando la salud  va  a traicionarte, un accidente te va a cambiar el contexto o algun suceso de lo más ordinario te romperá los esquemas y las emociones. Saber adaptarse con alegría a los cambios que no buscamos quizás es ganar la batalla de la vida. Me emociono con los que lo logran y les agradezco esas lecciones.

Y aunque no sepan cantar ni me hagan reir sus chistes, ellos son los primeros que llegan a mi ciudad perfecta, y los últimos en marcharse. 


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Imagen: Francis Picabia

viernes, 11 de marzo de 2011

veo, veo ¿qué ves?

Todos me miran. Hoy lo noto. Me dispongo a no pensar. Pero es demasiado, demasiado presente. Algo sucede. Me detengo. Dejan de mirar. Pero empiezan, de nuevo. Camino. No los conozco, pero todos invierten un momento, más del previsto, en observar. No sé qué ven. Qué me ocurre. Quizá es el día. Lo olvido. Miento. Camino deprisa, quiero evitar lo inevitable. Pero nada, nada cambia. Ellos miran y yo no pregunto. ¿Huyo? no puedo. Entonces, decido. Voy hacia ellos, los miro, yo primero, y abro la boca, despacio. Pero antes de hablar, alguien lo impide. ¿es un consejo? No puedo verle. Solo le escucho. No preguntes, detente. Le ignoro, y procedo. Pero nadie responde. Y en un segundo, todo es distinto, no existo, no soy visible, todos dejan de mirarme. ¿Lo echo de menos?



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Imagen: Willem de Kooning

lunes, 28 de febrero de 2011

el ladrón

Salí a la terraza a que me diera el aire. De repente oí un ruido detrás mío. Me di media vuelta y miré hacia arriba donde una sombra me llamó la atención. Vi en el tejado a un hombre agachado con cara y postura de malo que me observaba como esperando alguna cosa.
- ¿Qué haces ahí?-, le dije sin alzar la voz.
- Soy un ladrón, y venía a robar todo lo que tengas de valor-, me dijo en tono de pedir permiso.
- Pasa si quieres, pero no hay mucho, -le contesté-,  compré una chaqueta de piel interesante el otro día, en las rebajas, pero no creo que sea de tu talla.
Se quedó inmóvil unos segundos, fijando la mirada en mi, un poco frustado, sin maldad, y creyendo por completo en mis palabras. Me dio pena.

Finalmente en un salto se puso a mi lado, se quitó la cara de malo y el abrigo y entró, aunque tuve que insistir. Estuvimos charlando y tomando unas cervezas un rato, no era un mal hombre, y después de intercambiarnos los teléfonos, se fue no por donde había venido sino por la puerta que era más sencillo.

Se llamaba Jerónimo y me cayó bien por su naturalidad, y porque no tenía mala fe. Pensé cuántas veces la vida resultaría más fácil si pudiéramos manifestar claramente nuestros intereses, simplemente decir las cosas que pensamos sin ninguna otra complicación ni intención más que la de comunicar. Lo pensé, pero no es cierto. En algunos casos, quizás para no hacernos daño, es mejor callar o mantenernos en la ambigüedad, que si se sabe escuchar, ya es decir demasiado.


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Imagen: Dalí

lunes, 21 de febrero de 2011

capacidad infinita

Hace pocos días me sucedió algo de lo más cotidiano pero distinto. Fue al llegar a casa y comprobar mi correo. Varios amigos se habían puesto en contacto conmigo, todos de forma muy cariñosa. Algunos de ellos hacía tiempo de los que no sabía nada, y otros eran de contacto menos antiguo. Más tarde, cuando me acosté, tardó un rato en llegar el sueño y empecé a pensar en la capacidad infinita que uno tiene de querer.

Hace años una persona con la que la vida me llevó a  compartir distintas experiencias, me dijo algo que me sorprendió profundamente. Ella es hija única y me comentó que sus padres habían decidido que fuera así porque de esa manera no tenían que repartir el amor con más hijos, como si eso significara que así había más. Era una creencia firme que respeté en toda su seriedad, pero fue tal el asombro que me produjo, que no lo he olvidado hasta hoy, a pesar de que han pasado muchos años desde aquel comentario.

¿Acaso el grado de estima disminuye si tienes un número mayor de personas a quien querer?  Si tienes cincuenta amigos los puedes querer muchísimo a todos, tanto o más que si solo tienes dos. No es algo que se termine y que haya que saber administrar. Y ya sé que es obvio pero parece raro. Entonces, igual que pasa con el saber que dicen que no ocupa lugar, sucede con el cariño. A mi me gusta más el verbo querer, aunque creo que al final lo uno viene con lo otro, al menos para la sabiduría que a mi más me interesa.

La capacidad de querer es infinita, y a menudo, puede devolvernos la calma, el sosiego o la esperanza, aunque estemos muertos de  cansancio, nos duela el alma o estén a punto de rompernos el corazón.




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Imagen: Alberto Burri

miércoles, 16 de febrero de 2011

si yo fuera perro

Si yo fuera perro no tendría que llevar paraguas cuando llueve, bastaría con sacudir mi cuerpo al resguardarme y no estaría incómoda ni me sentiría sucia.

No tendría que trabajar, ni me importaría el dinero porque no lo necesitaría, y la felicidad sería esperar y recibir alegremente a mi amo sin sentir que ser sumiso me oprime.

No tendría que pagar facturas ni aspiraría a nada, y si me enfadara ladraría un poco y con eso bastaría. Tendría un hueso preferido y me llevarían al veterinario si me pusiera enfermo, y podría estar jugando todo el tiempo y si me cansara, dormiría cinco horas seguidas o hasta tener hambre.

Tendría un amo que me hablaría en lenguaje humano y yo no tendría que contestar aunque no entendiera nada.

Pero también me pondrían esos jerseys caninos espantosos que se han puesto tan de moda entre algunos perros urbanos, y que me ofenden y afligen haciéndome  confraternizar con esa especie simpática e irracional. No quiero ser perro. 


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Imagen: Keith Haring.