jueves, 16 de mayo de 2013

En un espacio

En un espacio de un metro cuadrado o poco más se encuentran un hombre al que odio sin razón, y otro, al que creo no haber visto nunca. El primero, sentado en el suelo, mira para otro lado. No mira a la gente, ni al hombre. El segundo, de pie, mira a un lado y al otro. Carga a la espalda una especie de tela llena de cosas, como el hombre del saco o papa Noel. Está huyendo de la policía. El primero es joven y en estos momentos no enseña su muñón, ni come pipas. De repente, no mendiga. El segundo, que también es joven, es negro. Parece tener completa todas las extremidades. A su manera, los dos se ganan la vida. Destinos, actitudes, desdicha, fortuna. Juzgar es de ignorantes.

---
Imagen: Chema Madoz

sábado, 11 de mayo de 2013

Naïf

Estarás de acuerdo conmigo en que la vida es maravillosa. Bueno, tal vez no. Tal vez depende del día, del tiempo, del no tiempo, o de los sucesos que a veces te la rompen. Seguro piensas que podrías tener mejor salud, o que tu padre podría tenerla, o que tu tía podría estar viva. O un trabajo que te haga sentir bien, que te haga sentir menos frustración, o tan solo uno, cualquiera, hasta el peor. Pero al final cuando encuentras un momento de calma, cuando te paras, te detienes, respiras, piensas y observas, la luz, el color, la gente, la risa y la vida, yo lo sigo pensando. Quizá porque tengo un trabajo pero creo que no. Y aunque a veces peco de naïf, de ingenua, bueno, aunque eso me viene de serie, sigue siendo objetivamente bella. Porque al final te das cuenta que siempre puede ser todo tan peor, que solo tienes ganas de abrazar a la gente que te quiere y que tu quieres, y hasta a la que no, que te miran como si estuvieras loca. Condenada a la emoción, me alimento de ella. A veces la digiero mejor que otras, a veces me indigesta, pero me mantiene en la línea de la vida. Sí, naïf. Quizá es la receta de la felicidad. La mía, digo.


---
Imagen: Thais Ibañez

lunes, 18 de marzo de 2013

estética


Por mucho que lo intenté, no conseguí afearme. Me pinté incluso rayas negras en la cara, un ojo tuerto y me inserté una verruga peluda de mentira al lado del labio. Pero nada. Al salir a la calle no pude evitar deslumbrar. Qué mierda. Cada persona que me veía me sonreía con admiración. Otros no podían evitar hacerme un pasillo mientras me aplaudían al pasar gritándome "guapa!". Fue tan frustrante. Tanto como el día que me maquillé a conciencia y me puse el vestido nuevo, y no me vio nadie, me pisaron tres personas y un caballero inglés me empujó, sin querer, en el andén al no verme y caí a la vía. Al menos iba mona cuando salí en la tele. Desde luego hoy no quiero salir, y no porque lleve un calcetín a cuadros en la oreja que me puse para afearme, no. Es que hoy no me apetece. Porque me da rabia que las cosas salgan al revés, debe ser que voy en contra del destino, o acaso no acabo de entender el sentido de la estética de los demás. O el mío. No sé si el mundo es raro o es normal. O si soy demasiado normal para sentirme rara aunque me quite el calcetín o me atraiga la idea de no hacerlo. Demasiadas cosas que no quiero saber. 

---
Imagen: Picasso

domingo, 3 de marzo de 2013

a veces...hoy


A veces, cuando camino muevo los brazos para adelante y para atrás. Hoy, en el viaje hacia atrás de mi brazo izquierdo, noté como topaba con algo. Al darme media vuelta, me di cuenta que me había chocado con el hombre invisible.

No puedo describirlo porque no lo vi, pero estuvimos hablando. Su voz era grave y enérgica, lo que contrastaba con su invisibilidad, y era en parte sorprendente. 
Se llamaba Juan. Era un tipo discreto, tranquilo, interesante por su aspecto inexistente. Tal vez era su esencia lo que me gustaba.

Cuando se fue, -por suerte me avisó antes de hacerlo porque si deja de hablar no me entero y me quedo ahí hablando sola por la calle-, me quedé pensando. Pensé en las cosas invisibles que nos perdemos, que existen pero que no vemos, por no escuchar quizá, o por no dejarnos sentir. También pensé que quizá estaban siempre con nosotros, que tal vez en los momentos más íntimos hay uno de ellos observándonos, que tal vez incluso ahora mismo mientras escribo, hay un hombre invisible sentado a mi lado leyendo y valorando si me dejo alguna coma o me excedo en no decir nada. No me importa demasiado. La intimidad al final no es tan importante. Somos todos demasiado parecidos para creernos particulares. Pero volviendo al tema, reconozco que fue raro al principio porque no sabía donde mirar, pero enseguida me acostumbré. Era mejor escuchar. Muchísimo mejor. Y así fue como me adapté a su diferencia. O eso creí porque en realidad no lo hice. Demasiado ocupada en observar, me olvidé de preguntarle si veía, si dormía o si tenía un cuerpo. O de pensarlo. Lo di por hecho. Tardé horas en darme cuenta que no era un hombre invisible, que no era un hombre, ni siquiera una persona. Quizá porque nunca antes me había chocado con una voz.

Pero desde entonces estoy atenta. Ahora sé que lo que aparece existe, aunque no lo podamos ver, ni tocar. Y lo desconocido, si bien es cierto que cuesta más de ver, cuando lo consigues se convierte en algo único aún sin comprenderlo, aún sin tener ningún sentido, y aunque no lo puedas inmortalizar en una fotografía, va a permanecer contigo para siempre.


---
Imagen: Chema Madoz

lunes, 4 de febrero de 2013

más o menos mal


Después de salir todo más o menos mal decidí seguir el mismo estilo y tras entrar en el último restaurante que por sorpresa sí estaba abierto, y tras haber perdido o aprovechado demasiado tiempo paseando por la ciudad en busca del lugar apropiado a mi bolsillo y mi apetito, me dijeron allí que no había mesa, y que debía esperar. Sorprendida, escuché a mi voz responder que me quedaba a esperar. Como suele pasar cuando dejas la prisa, todo fue mas rápido de lo esperado. Tardé un minuto en tener mesa, y la comida  tardó también demasiado poco, casi como si supieran por mi aspecto o actitud que iba a pedir el pollo con ciruelas y la verdura guisada.
Todo se volvía más y más interesante a medida que menos me importaba que todo estuviera saliendo más o menos mal. El lugar era intenso, auténtico y lleno de realidad, sintiéndome dispuesta a recibir todo lo que el momento me fuera a ofrecer. Era capaz de disfrutar de la seriedad del camarero y del hecho inusual de que al cambiar el mantel de los anteriores comensales en mi mesa, el nuevo era una servilleta que yo misma acabé de acomodar. El señor que terminaba su postre, sentado en la mesa de mi izquierda, tan cercana como todas las demás, me fascinó sin poder evitarlo. Su sonrisa, su mirada, su calma y su linda vejez le dieron al momento una comodidad extrema desde el instante en que me senté a comer. Los dos hombres de la mesa de mi derecha no me fascinaron. Eran unos pesados y de lo más aburrido, sobre todo uno de ellos que hablaba sin pausas de dinero, proyectos, nombres propios y cargos. Pero ellos solo estaban ahí para redondear la escena, para recordarme que la vida nunca es perfecta.

Más o menos, o menos mal, había sido todo más que perfecto. 

---
Imagen: Toulouse-Lautrec

sábado, 2 de febrero de 2013

objetivos, gato y pollo a l'ast

Mañana interesante. Tenía que ir a un lugar y por esa razón fui. Me desperté, temprano, y tras odiar a todos los seres vivos habidos y por haber, nacidos y por nacer, me acordé de mi objetivo, y el odio se fue desvistiendo de su traje fácil para irse silenciosamente por la puerta mientras yo me vestía de otros colores y con lo que viene a ser ropa. Y fui, hice el camino. Pasé por el centro de la tierra a hacer trasbordo, y al llegar, al salir a la superficie, no me perdí en las calles, ni siquiera tuve que preguntar tres veces por la dirección buscada de aquella ciudad tan desconocida como normal. Llegué, es verdad, ya acompañada, y subí escaleras, subí escaleras, y subí escaleras, y, al llegar a la cumbre no miré al gato. Sí, había uno allí y no me acordaba. Pero, no me atacó, ni siquiera un poco, poniéndome en el absurdo por temer a un ser amable. Ni un salto inesperado, un ruido de baja intensidad, que pudiera asustarme levemente se dignó a ofrecer el animal. No se si estaba de mi lado o me llevaba la contraria pero sucedió como os digo. Me saqué la chaqueta y las emociones me las puse, claro. Y allí estuve haciendo lo que había ido a hacer. Así fue, como os digo. Eso fue lo que hice. Exactamente lo que había ido a hacer. Y para no entrar en más detalles solo decir que primero hicimos una cosa y después la otra, y no pudimos evitar empezar al principio del rato que habíamos quedado para terminar al final, unas horas más tarde. Eso siempre pasa. Bien, y entre todo esto pasaron muchas cosas más, fuera de lo que teníamos que hacer incluso, y la mayoría bastante interesantes y de lo más común en la vida de las personas normales. Pero es fin de semana y me apetece un pollo a l'ast. Otro día lo cuento.

---
Imagen: Fernando Botero

lunes, 24 de diciembre de 2012

tu calor


Querida estufa. Te vas, sin previo aviso. Dejas de darme calor, me abandonas en este frío invierno, sin un porqué, sin explicaciones, sin palabras. Yo, que cada día pensaba en ti, nunca te lo dije pero eras mi primer pensamiento al levantarme y el último antes de acostarme. Pensaba en ti, sí, y te cuidaba, te encendía, te apagaba y hacía caso a tu voluntad (la de "no cubrir").Y lo sé, se acabó, nada va a hacerlo cambiar, ni siquiera mis deseos por alargar nuestra historia porque tu decisión está tomada: has muerto. Y aquí quedo yo sin tu calidez, sin tu luz, pequeña -y naranja- pero, hoy mismo te tiro, y una nueva estufa bien pronto ocupará tu lugar. Y la cuidaré tan bien como a ti. La vida sigue ¿qué pensabas?


---
Imagen: Vincent van Gogh

domingo, 4 de noviembre de 2012

nada


Desgraciadamente o no, el vacío me inspira. Ahí es nada. Y es que la nada me produce algo intensamente insípido que me hace huir hacia otra parte. Es demasiado desagradable para querer permanecer en ese lugar ni un segundo. Nada es nada y ya es demasiado. Pesa incluso más por no pesar, por ponerla en tu mano y ver sólo tu mano. Una caja sin fondo o un jardín sin tierra parecen tener más sentido. Y resulta frívolo decir que es aburrido porque es mucho más, aún sin ser. El vacío no es. Y la vida es por todos lados. Por eso resulta insolente. 

---
imagen: René Magritte

viernes, 20 de abril de 2012

un cuento


Si tuviera un rato, no muy largo, escribiría un cuento. Lo escribiría con una sonrisa y con un lápiz azul. La punta del lápiz se rompería, de vez en cuando, sin motivo o con él, para poderlo afilar, yo, cada vez con más ganas, para poder seguir escribiendo, con letra firme todo el tiempo. En algún momento, en más de uno, descansaría, para pensar sobre lo que no escribo, sobre lo que no aparece en el cuento pero que forma parte de él, para saber lo que realmente nutre esa historia que no tiene final sólo porque no quiere tenerlo. 


---
Imagen: Paul Klee