sábado, 29 de enero de 2011

inocencia

Llorar en las despedidas. Sucedió, y una niña familiar la miró absorta, concentrada, con toda su seriedad e incomprendiendo los hechos, como el que observa sin pestañear lo que no puede creer. Largos segundos estuvo manteniendo el mismo gesto de confusión, sorpresa, mirada fija y labios infantiles apretados.

La extrañeza debió ser al resultarle original por ilógica la combinación del llanto, el abrazo y la sonrisa.

Qué inteligente puede ser la inocencia.


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Imagen: Picasso.

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