Me gustaba mirarlos, porque eran inmensamente felices mientras tocaban. Todos ellos y cada uno desprendían una especie de plenitud casi tangible, absoluta. Fue como ver tocar a unas almas, alegres almas. Y mientras los miraba, el ritmo también fue entrando en la mía, incapaz de dejar de mover alguna parte u otra de mi cuerpo como un impulso irrefrenable de involuntaria alegría.
La música de esa banda fue algo grande, pero no fue sólo eso lo que viví hoy, y por lo que escribo. Hoy vi a unas almas disfrutar plenamanente de un momento de vida. Y no sólo eso, porque sin intención, como las cosas más bonitas, mientras lo hacían, proyectaban como ondas de magia divina una felicidad que todavía a estas horas no me quita la sonrisa.
La música de esa banda fue algo grande, pero no fue sólo eso lo que viví hoy, y por lo que escribo. Hoy vi a unas almas disfrutar plenamanente de un momento de vida. Y no sólo eso, porque sin intención, como las cosas más bonitas, mientras lo hacían, proyectaban como ondas de magia divina una felicidad que todavía a estas horas no me quita la sonrisa.
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