martes, 8 de septiembre de 2009

Revolviendo en mi

Hace unos meses llevé a reparar el teléfono móvil y la dependienta se disculpó. “Lo siento, pero ahora mismo no disponemos de otro aparato para prestarle. En unos diez días tendrá el teléfono arreglado.” No pasa nada, pensé. Sólo son diez días. Diez días. Además, tengo el móvil antiguo en casa. Lo buscaré.


Al llegar a casa, ligeramente ansiosa, y disimulando ante mi misma la dependencia que tenía hacia el teléfono, inicié la búsqueda. Fui directo al salón y abrí el tercer cajón del mueble, el lugar donde debía estar. A simple vista no lo vi. Tranquila, me dije, sólo se trata de revolver un poco, nada más. Y así empezó todo. Porque al revolver fui topando con algunas cosas…



Encontré unas facturas de la luz del otro mes, y debajo, unas facturas de la luz del otro año, y debajo, unas facturas de la luz del otro piso de la otra ciudad donde viví hace tiempo. Casi me emocioné cuando al seguir revolviendo el cajón, aunque con poco margen eso sí, pues los papeles llegaban al límite superior del mueble, descubrí el llavero que me compré en Venecia con tanta ilusión en mi viaje de fin de curso del instituto. El típico souvenir económico y horrible pero que me hizo viajar en un instante a mi tierna adolescencia. Junto al llavero, casi mirándome, no podéis imaginar lo que había allí: el violín de mi abuelo. Fue increíble, estaba intacto y conservaba hasta el olor que en otro tiempo había tenido. La casi desesperación inicial, aunque contenida, ante la sensación de estar desconectada del mundo sin teléfono, fue desapareciendo al tiempo que me vi sentada en el suelo rodeada de papeles antiguos -algunos amarillentos- y objetos de todo tipo: llaves, clips, una pequeña grapadora oxidada, o un diminuto plástico negro que me intrigó y que no conseguí saber exactamente qué era.


Me incorporé y seguí buscando cosas. Porque junto con todo aquello, y en el interior de un portafolio que en su día fue transparente, se traslucían unos recortes de una tira de Betty Boo, que cuando intenté sacarlos, se quedaron enganchados en el plástico para siempre. Eso me trajo a la memoria un antiguo jefe que, como mucha otra gente en una determinada época de mi vida, decían que me parecía a ese cómic cabezón. Y pensé en él, por que había sido él quien me había obsequiado con aquello que ahora era un portafolio decorado. Debajo del portafolio, había una toalla enorme, azul con franjas blancas y el dibujo de un ancla, y asomaba un niño pequeño que la tenía agarrada de una punta. ¡Sí! ¡Un niño! Dejando a un lado el hecho de que hubiera un niño en un cajón de mi casa, y de que hablara en un idioma que no entendí…tal vez el de los clips, el violín y el portafolio, me extrañó porque además el niño era negro y no lo conocía de nada ¿De dónde había salido ese niño? Debía tener unos siete años. Empecé a pensar y que yo me acordara nunca había tenido ninguna relación con un hombre negro. No se, por pensar algo. Era muy raro. Segundos después, todavía algo consternada, también descubrí una bolsa de lona, arrugada, y dentro, no os podéis imaginar lo que había dentro: ¡el coche de Borja! Sí, sí, un coche en mi cajón. Un descapotable que le habían robado justo antes de que rompiéramos nuestra relación o lo que fuera que tuvimos, ese noviete algo pijo que había tenido hacía una eternidad. Ese coche rojo siempre limpio y brillante que nos había llevado tantos fines de semana fuera de Barcelona.


Y periódicos, había cientos, y un disfraz de fantasma que heredé de mi hermana, y que no recordaba, maravilloso.


Pero de repente, me detuve un momento a pensar y me alejé unos metros del cajón. Y me pregunté, después de sacar el coche con mucho esfuerzo y aparcarlo en la cocina, mientras el niño jugaba con los cojines en la alfombra del salón: ¿cómo es posible que en un cajón tan pequeño estén todas estas cosas…en mi propia casa, y no me haya dado cuenta antes? De haberlo sabido hubiera jugado con el niño, tocado el violín, usado el disfraz para carnaval, paseado con el descapotable y utilizado los periódicos para cuando pinté o para cualquier otra cosa? Habría hecho tantas cosas con todo aquello. A esas alturas ya había olvidado por completo lo que estaba buscando. Ni el móvil ni estar conectada al mundo me interesaban lo más mínimo, ni podían sacarme de la mente todo aquello. ¿Pero por qué todo aquello? En realidad no todo tiene un porque, ya lo sabía entonces, pero me di cuenta de algo. Reaccioné.


A la gente a menudo le pasa que no se da cuenta de todo lo que tiene, hasta que lo pierde o hasta que se dan cuenta. Yo me di cuenta. O les pasa que buscando lo que creen querer…no ven tesoros, o se dan cuenta tarde de que los tuvieron al alcance la mano. Pero yo los vi. Qué rara la vida, sí, pero nunca es tarde para vivirla. Cogí al niño, el violín y el disfraz y nos fuimos con el descapotable a la playa. Y después a correr mundo. Ahora toco el violín por los pueblos mientras él baila disfrazado de fantasma.Somos “Betty Boo and the boy” y hasta hoy muy felices. Nunca pensé que la vida feliz podía ser esto. El móvil no lo encontré nunca. Ni lo busqué más.

...

8 comentarios:

  1. Jo també vull perdre el meu mòbil...
    Sempre pots venir a casa a trobar "objectes".
    Enhorabona

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  2. Felicitaciones. Me ha gustado mucho.
    Un beso.
    Quilo

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  3. Gràcies!! Por leerme, sobre todo. Me alegro mucho que os guste!! Unos cuantos besos.

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  4. Hola Betty Boo. Me alegro que hayas redescubierto que "el mundo es lindo y en colores". Me encanta el cuadro que has puesto, pero es tan chiquitito... ¿Me puedes decir de quien es? ¿lo tienes más grande?
    El texto es muy chulo. Besos en toda tu ancha y larga cara, Betty.

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  5. Gràcies Jaume pel teu comentari...m'anima moltíssim...també per fer això que tenim pendent, ja m'hi estic posant!!

    Rodrigo, es Kandynski y sólo la tengo chiquita, y sí, es maravillosa. Mi otro yo descubre y redescubre muchas cosas cada día. Tiene suerte Un beso

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  6. Un poco abrupto ese final, pero una buena idea. Saludos chica del pelo ensortijado

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  7. Javier Urenda Chaves27 de noviembre de 2011, 18:52

    Me ha gustado muchísimo. Me sentí muy identificado con tus 'recuerdos estratificados'. Muy chulo.

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