viernes, 24 de diciembre de 2010

Ponerle cariño

Escribo sólo para desmentir lo que acabo de descubrir como verdad absoluta. El amor no embellece todas las cosas, algunas sí, pero es por azar. Igual que pasa con las recetas hechas con amor que no obligan a la exquisitez, con esto pasa igual.

Pues bien, me encuentro envolviendo unos regalos, de forma difícil alguno, por cierto. Y es verdad que le estoy poniendo mucho cariño a esta acción, y también que dispongo del material adecuado. Sólo os digo que tengo una cinta verde larguísima, con dibujos de abetos dorados. Inmejorable, lo sé. Sin embargo, a cada paso en que avanza mi creatividad, soy yo la que se arrepiente del anterior, y no se cómo detener este proceso irreversible, en el que mi creatividad se volvió loca, volviéndo al resultado no sé si loco, pero peor desde luego sí, y cada vez, más irrecuperable. Quizás fue demasiado el cariño que le puse y la alegría me desbordó, igual que se desbordaron los metros de cinta que cuelgan a todo el contorno de uno de ellos, el que resulta más preocupante. Si pudiérais verlo comprenderíais esta gran verdad, aunque yo ahora prefiero no hacerlo...La verdad de que con ponerle cariño no hay suficiente para embellecer, pero también aprendí otra: ser original está bien, pero serlo demasiado a veces puede resultar molesto.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Puerta abierta

Anoche me dejé la puerta de casa abierta. Cuando me desperté no me sorprendió ver a tres gatos callejeros en la cocina, ni un señor muy amable que estaba lavándome los platos. Tampoco las dos chicas jóvenes que charlaban y tomaban café acomodadas en el sofá, ni el bebé de una de ellas, que no lloraba y que gateaba felizmente desplazándose por la alfombra hacia los gatos. Como tampoco me extrañó verte a ti, que te habías colado como los demás y te habías metido en mi cama.


Después me desperté. El señor había terminado para entonces de fregar y estaba limpiando el horno, era muy hacendoso. Las chicas habían dejado de hablar, sólo fumaban y escuchaban música, y el bebé estaba llorando en un tono correcto parece ser a causa del arañazo que le había propinado uno de los gatos. Les di los buenos días a todos ellos y les pregunté por ti, pero no sabían de quien les estaba hablando.

El señor todavía está en casa, espero que se quede para siempre. Ahora lo oigo en el cuarto de baño utilizando el aspirador. Las chicas se fueron no hace mucho, con el bebé y los gatos. Y tú, que por lo visto todavía estás, parece ser que nunca llegaste a entrar. Supongo que es por eso por lo que te echo de menos.

jueves, 16 de diciembre de 2010

la verdad

Yo no quería escribir hoy pero me veo obligada por las circunstancias. Y es que escuché una gran frase y todavía estoy pensando en ella. Y no sé mucho qué decir al respecto porque parece estar todo dicho, además que me dejó sin palabras. Y la robo con la única intención de compartirla y difundirla, y para que a nadie se le olvide. Porque inventamos las mentiras, pero, aunque queramos huir a veces de la forma más lógica o más absurda, la verdad, siempre avanza. Aunque no sepamos exactamente hacia dónde.

martes, 14 de diciembre de 2010

un señor

Estaba esperándome al final de la plaza, con su aspecto de señor y su cierta elegancia. Me envió una sonrisa pocos metros antes del saludo, que recibí esta vez no en mi bandeja de entrada, y que no recordaba, u olvidé cómo era si es que fue. Después por irnos nos fuimos a comer, y hablamos y hablamos, y me puso al día de su felicidad casi completa con sus partes de tristeza. Yo hablé menos de la mía, quizás por ninguna razón consciente, no lo sé, pero no lo hice en la misma medida. Y sí, se dió. Esa compañía cómoda que se da algunas veces, que satisface incluso en el silencio. Interesante sensación de estar ahí percibiendo sin mirarle una presencia agradable, en calma.
Y no se lo agradezco porque no cabe agradecer lo que fue sin querer porque queriendo no se puede. Pero me alegro, por los ratitos que la vida se da el lujo de ofrecer sin habérselos pedido.

comunicación

Me hablo sola y me contesto y casi siempre estoy de acuerdo, y si no, no me enojo, tan sólo cambio de opinión para seguir con esta buena comunicación a la que quise acostumbrarme. Nadie opina, sólo yo oigo mis quejas, que callo para no cansarme. Mis logros, los repito y repito, hasta vencerme y convencerme. Me esfuerzo en afirmar lo positivo, lo que da fuerzas para seguir, para no detenerme, para llegar hasta donde yo, y sólo yo, quiero y escogí.

martes, 7 de diciembre de 2010

qué bello es vivir

Después de varios días encerrada a voluntad como monja de clausura en mi dulce hogar entregada a unas obligaciones que yo misma me impuse, la vida sin paredes resulta de lo más maravillosa, aunque sólo dure veinticinco minutos y se desarrolle en el camino que separa mi casa del supermercado.

Respiro cada instante y me desplazo observando el barrio como nunca lo hice. Saludo a los transeúntes que no conozco, y gozo, sorteando, al cruzar la plaza, las pelotas de las decenas de niños que juegan en su alegría mientras gritan sin parar de una forma otro día molesta. Sonrío a la señora que intenta aventajarse de forma deshonesta en la cola interminable del super, y hasta le ayudo a guardar la compra. La dependienta, que tan sólo me da las gracias, resulta adorable, además de bella. La vida resulta estimulante a cada paso, y alguna paloma muerta con la que me cruzo que casi me hace tropezar cargada de bolsas, me recuerda que existe la vida. Y aunque en la radio dijeron que por ahí nevaba, aquí parece que es primavera. 

Qué bello es vivir. Toda una experiencia.


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Imagen: Fernando Botero.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Huevos

La bolsa de plástico era demasiado pequeña y no se me ocurrió nada mejor que meter los huevos en el bolso para darle así más soltura al resto de la compra. Era un alojamiento momentáneo que pretendía evitar algun posible riesgo incómodo en el corto trayecto a casa. Pero, claro, no me acordé que los había guardado en aquel lugar hasta muchas horas después, y al no darme cuenta de las consecuencias provocadas por el trajín del caminar, tampoco pude reparar en lo que aquello provocó.

El producto interior de aquellos bienes, se había independizado de su cáscara para proceder a inundar con interés inusitado todos y cada uno de los rincones de mi bolso. Y secarse. Claro, sabemos y sabíamos que ese tipo de líquido se endurece al cabo de poco rato, así pues, lo que algun día, -por ejemplo, ayer-, fue un bolso lleno de elementos y enseres muy queridos, -la mayoría de insospechada y desconocida utilidad y procedencia también para mi-, se había convertido en un sólo objeto, indivisible a esas alturas, que no por eso menos bello. Bello, sí, pero habiendo perdido buena parte de su eficacia, permanece a estas horas en el dormitorio como recuerdo endurecido de un pensamiento que tuve, seguramente en un momento de debilidad.

Y yo, mientras lo observo, permanezco ante la duda de si debo seguir pensando  débilmente, si debo intentar mantener mis planes en el tiempo, o si debo limitarme a dejar de pensar para hacerme fuerte y no cometer nuevos y mayores excesos. Y aunque seguramente se trate de todo lo contrario, ahora tan sólo me mantengo considerando las opciones que se plantean como ingredientes para la cena, obviando la palpable ausencia de aquellos desaparecidos, transfigurados, y, algún día, pretendidos bienes.


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Imagen: Walter Arland.