sábado, 24 de abril de 2010

reloj perdido

La noche que perdí una camiseta, un reloj y un amigo, gané los besos de un tipo que se hacía el duro. Y muchas risas.

La camiseta la custodia una persona que quiero mucho, y por los días que han pasado supongo que a estas alturas habrá guardado en el fondo del armario por lo del cambio de estación. Yo lo hice con la suya, con ilusión.

El reloj no era maravilloso, sólo era el mío. Me gustaba porque era el recuerdo de un viaje. Pero sólo era un reloj.

En fin, me acostumbré a vivir sin reloj, y a cambiar de vestuario, y las risas me alegraron con su recuerdo. También los besos.

Pero me quedó un sabor amargo. Hay personas que te alegra que la vida haya puesto en tu camino, y a las que no quisieras perder. Y aunque fue una noche mágica aún sin la magia, perder a un amigo no compensa lo demás. Tal vez no lo era o tal vez no lo perdí. Pero si lo perdí, esa noche perdí más que gané. Y ahora me apena. Y sin ánimo de ponerme dramática, y en el caso improbable que algún día me lea, decirle que le echo de menos. Que yo no se desquerer tan fácilmente. Le sigo queriendo, podría decir porque no puedo evitarlo. Pero es que en realidad no quiero.

2 comentarios: