miércoles, 25 de mayo de 2011

emociones

Demasiadas emociones para escribir sobre mi. Triste y alegre por lo que sucede a mi alrededor y por lo que no, por lo que quisiera cambiar, por la esperanza y por la desilusión, por la lucha, por las voces que creen y por las que no. A ratos alegre y a ratos triste por un mundo raro, vivo y tantas veces amargo, por la injusticia, por una sociedad que se enciende y se apaga, que se vuelve loca, inhumana, irracional, o que vibra, y nos deja pensando. Y actuando, pero de una forma discontínua, como una línea que se rompe por el cansancio, el desengaño, o por la cotidianiedad de lo humano. 


---
Imagen: Roberto Matta

viernes, 20 de mayo de 2011

el país del dos

Había una vez un país azul en el que todas las cosas eran de a dos. Dos trabajos, dos casas en dos ciudades para cada habitante, todos ellos gemelos. Era muy aburrido porque nunca nadie podía estar solo. Los humanos y los perros iban siempre de dos en dos, el café siempre era doble, las fuentes en los pares de plazas tenían dos salidas de agua, y las avenidas, con sus dobles semáforos, tenían árboles por duplicado cada dos metros. Como no existía el número uno era muy difícil tener un rato tranquilo, tenías dos, lo que a veces era demasiado. Dos veces en la vida te enamorabas, de dos personas a la vez y las dos veces o te iba muy bien o te iba muy mal, te dejaban o dejabas, enviudabas o morías. Si morías la primera vez era un fracaso para el cuento entonces eso nunca pasaba.

Un día, perdón, dos días, pasó que una persona quiso estar a solas durante dos semanas, porque había oído que en otros países era posible. Tuvo mucho miedo pero lo logró. Hizo dos maletas y abandonó a su gemelo y sus dos casas sin decir nada a nadie, sin dejar dos notas siquiera. Al día siguiente, el país se descuadró: había aparecido el uno.

Al principio todos sintieron malestar, y después curiosidad por la nueva situación. Salieron a las calles, inseguros, por la falta de costumbre y por el temor a lo desconocido, y sin violencia, empezaron a romper cada doble farola, doble semáforo, y así todo lo demás, dejando las ciudades totalmente impares en cada uno de sus componentes. Las personas se separaban al caminar, y regalaban una de sus casas, bicicletas o cepillos de dientes volviendo todo individual. La gente se volvió individuo.

Parece ser que nadie había inventado nada, parece ser que el uno ya existía pero nadie lo sabía. Nadie, hasta ese día, había sido capaz de pensar de otra manera, nadie se había atrevido a probar ni por dos veces lo que no estaba escrito ni previsto.



---
Imagen: Ramon Casas

viernes, 13 de mayo de 2011

A punto estuve...

A punto estuve de decirle claramente que no me interesaba su vida lo más mínimo. Y que la forma de entusiasmo desproporcionado, sonoro e imprudente con la que dejaba el diccionario encima de la mesa cada cinco instantes, (a una distancia por otro lado incómoda y entrando en lo que era mi espacio), no iba a aumentar mi interés por si estudiaba ruso, (estudiaba ruso) o estaba leyendo un libro con las páginas en blanco. No sé si entendió que mi mirada de estupor era porque me estaba molestando. Igual que el sonido de su boca en tono quejumbroso, y sus gestos aparatosos de enfado, cuando el llanto insistente de un bebé durante quince segundos, o algo menos, inundó por completo la sala. ¿Qué quieres, que lo ahoguen? fue lo que mi mirada, una más, le gritó a sus ojos antes de darme cierta risa, falsa, por su extrema ridiculez. Después aprendí a ignorarlo, no sin esfuerzo, concentrándome en mi concentración y en mi deber. Aunque fue tras una pequeña interrupción o pausa que me tomé para escribir -supongo, por el simple placer del desahogo-, sobre las personas de presencia intencionadamente exagerada, de agresiva existencia, que despiertan de entrada y de forma inevitable un enorme e interminable desinterés.


---
Imagen: Picasso

cansados

Si alguna vez presenciaste una pelea de perros comprenderás lo que quiero decir. Aunque uno de ellos llevaba casco y el otro se bajaba de un coche caro y los dos tenían forma humana. No fueron frases en realidad lo que escupieron sus cuerpos, ni siquiera palabras, extraños gemidos, voces altas de animales feroces que parecen no haber comido durante días.

Hubiera querido quedarme, sólo para mirar, de nuevo con estupor hacia el comportamiento humano, hacia el animal racional que somos, con capacidad de pocas cosas muchas veces.

Pero no fue posible, y tampoco lo hubiera sido permanecer en la invisibilidad como me hubiera gustado. Observarlos desde muy cerca, oler su rabia, poder tocar cada arruga de amargura de sus rostros, cada poro de insatisfacción cotidiana y tal vez imparable.

No se mordieron físicamente pero me salpicó la violencia. Demasiado temprano para no verlo, demasiado pronto para recibir el impacto de la sensibilidad de los hombres demasiado cansados. 


---
Imagen: Dubuffet

martes, 10 de mayo de 2011

¿valdrá la pena?

Hay algunas cosas que valen la pena y otras que no. El problema o más bien la cuestión porque tampoco resulta tan dramático, es saber distinguirlas y hacerlo a tiempo. Tener olfato suficiente para reconocer esta simple tipología de situaciones, hechos o momentos, a la que no siempre es fácil detectar de manera conveniente. Saber aquello que podemos evitar simplemente por que no vale la pena, o no menospreciar aquello que por desconocido o por que no brilla lo suficiente hasta que te acercas un poco más de lo que se espera, nos vamos a perder sin tan solo percibir que sucedió.

Tenerlo en cuenta no está de más, y no porque el tiempo sea oro, sino porque como ya dije otras veces, elegir parece ser la clave en la vida, conscientemente quiero decir, y también "dejar fluir", aunque quizás sea lo mismo.

El rastro de lo evitable, aunque a veces nos puede hacer crecer, otras nos deja en un estado de intemperie provocado al final por nosotros mismos. Entonces cabe preguntarse si vale también la pena crecer tanto o resulta más conveniente vivir con menos sabiduría. No estoy segura.

---
Imagen: Desconocido

lunes, 9 de mayo de 2011

crecer

En un esfuerzo extremo de madurez afronté los hechos, sin opciones y sin reproches, sin repetir las palabras que nacieron muertas, que existieron para no ser nada, o para hacernos libres. El camino es virgen y la vida cada día es diferente y al final la buena comunicación es la buena estrella. Y las palabras vuelven a nacer, florecen, esta vez para permanecer vivas, para podernos reir de nosotros mismos, de los errores que cometimos sin red y sin querer, que en cualquier caso no fueron en vano, sirvieron para crecer, seguramente, para seguir sintiéndonos vivos.


---
Imagen: Edward Hopper