Suenan las doce en el reloj y yo escribo, quizás con la intención de calmar mi espíritu, de liberar tanta emoción que nació de mi, que repartí y que recibí de tantos amigos a los que comuniqué la noticia.
El cariño viajó en mensajes de texto como nunca, en trayectos de ida y de vuelta, en líneas telefónicas cargadas con tonos alegres y voces instaladas en sonrisas, algunas escapadas por un momento del contexto laboral.
Me recitaron incluso ruidos de fuegos artificiales y yo me sentí repartiendo ilusión a trocitos por el mundo, mi mundo que fue el que se alegró y me devolvió en pocas palabras la misma ilusión.
Qué fácil parece a veces querer.
---
Imagen: Jean Dubuffet