Me detengo, y de forma imaginaria, también, muevo lentamente mi mirada y mi cabeza hacia la derecha, hasta girarla por completo. Y miro atrás. Observo los días que han pasado: una semana densa, rica en sensaciones, llenísimas de vida. Entre todo lo que viví, conocí una historia de una vida ajena. Historias que antes sólo había visto en el cine o en boca del que conoce a alguien que le contó que le contaron. Esta vez me lo explicó el protagonista, y con derecho a hacer preguntas obtuve respuestas que no por honestas fueron más satisfactorias. Al escucharlas casi pude tocar el desengaño, la parte más amarga de la vida, que algunos escogen, por cobardía o por desgaste del que se cree viejo para empezar de nuevo. O del que escoge sin saber que lo está haciendo por escoger el no hacer, sin sentirse responsable de su propia vida. Y me entristecí, por el que opta por perder. Por las veces que lo hacemos.
Ya lo observé. Ahora recupero la dirección de mi mirada. La vida está delante.
Ya lo observé. Ahora recupero la dirección de mi mirada. La vida está delante.
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