lunes, 31 de octubre de 2011

lágrimas azules

Si me muriera mañana ¿llorarías? ¿o sólo estarías triste?

Estúpidamente las lágrimas parecen ser un certificado con garantía de la pena más profunda, y, aunque es mentira, me pregunto por qué la alegría no se manifiesta de la misma forma palpable, o de otra, documentando de algun modo material esa emoción. ¿Por qué? La pena moja de forma indiscreta, poco íntima, y la alegría no.

Reivindico que los cuerpos se comprometan con la alegría profunda, que expulsen públicamente alguna sustancia visible a todo ser ajeno y desconocido y de forma inevitable e imparable en plena calle.

¿No podríamos sangrar la alegría? ¿o expulsar lágrimas dulces por los mismos ojos y de color tal vez azul? Sería maravilloso ver a alguna persona sentada en soledad en un parque llorando lágrimas azules, azucaradas.

Si me muriera mañana no me importa en realidad saber si llorarías, por que ya estaría muerta, pero me encantaría verte llorar lágrimas azules la próxima vez que me vieras aparecer. 



---
Imagen: Modigliani.

lunes, 10 de octubre de 2011

lavadora

La lavadora parecía que se estaba preparando para el despegue y yo no sabía que hacer, si detenerla, por lo que pudiera pasar, o subirme encima de ella a ver a dónde me llevaba. Casi sin pensarlo tomé la segunda opción. Fue interesante. Sobravolamos toda la ciudad en menos de treinta minutos, la lavadora, mi bolso, y yo. El bolso, lo cogí, porque en él llevo lo necesario para vivir. Cuando sales no sabes si vas a volver, decides salir de alguna parte, o sales sin más, y a menudo no vuelves al mismo sitio, ni aún queriendo.

Y, en efecto, así sucedió, cuando quise volver de mi aventura, la lavadora había encontrado un mundo mejor y me quedé sin billete de regreso. Yo no lo pensé mucho, tenía ganas de desaparecer así que no me importó lo más mínimo encontrar el planeta de las lavadoras voladoras o el país de nunca jamás.

El sitio no era desagradable aunque olía a metal. Me fui acostumbrando, me adapté, incluso al ruido. Ahora escribo desde una lavadora, en este lugar es posible hacerlo, y no me arrepiento de nada. Perdí amigos, mi familia cree que he muerto, bueno, lo creyó. Las lavadoras del mundo están todas conectadas entre sí, y a través de una toalla francesa logré comunicarme con mi madre para que estuvieran tranquilos.

Ha pasado el tiempo y soy distinta, me he adaptado al lugar y a sus gentes, creo que me he convertido en un calcetín, azul. No me va mal como calcetín aunque echo de menos las manos.

Pasan los años y yo, que como todos los demás, cada día estoy un poco más viejo y desteñido, he conseguido ser feliz. Sin embargo, aunque no sirva de nada pensar lo que podría haber sido si algo hubiera sucedido de otra manera, siempre me queda una pregunta: Qué habría pasado si hubiera programado prelavado y el viaje hubiera durado algo más. No sé si mi destino hubiera sido el mismo, o tal vez, si es que existe destino, si me encontraría en el mismo lugar a pesar del prelavado. De momento continuo mi relato de aventura de extraño final o más bien sin él, con la ayuda de un amable guante de lana que teclea la felicidad de este viejo calcetín.

Sin embargo, también resulta raro que nunca me pregunto qué hubiera pasado si no me hubiera subido a la lavadora. Supongo que eso sí estaba escrito. 

---
Imagen: Van Gogh