sábado, 29 de enero de 2011

inocencia

Llorar en las despedidas. Sucedió, y una niña familiar la miró absorta, concentrada, con toda su seriedad e incomprendiendo los hechos, como el que observa sin pestañear lo que no puede creer. Largos segundos estuvo manteniendo el mismo gesto de confusión, sorpresa, mirada fija y labios infantiles apretados.

La extrañeza debió ser al resultarle original por ilógica la combinación del llanto, el abrazo y la sonrisa.

Qué inteligente puede ser la inocencia.


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Imagen: Picasso.

martes, 25 de enero de 2011

sin título

Parece ser que es falta de horas de sueño lo que me lleva a bajar un poco, a descender unos puntos en la alegría que a menudo me conduce a alguna parte, o al menos me desplaza.

 Y nada más.
  
Cuando no hay palabras es mejor no escribir. Cuando no hay más que decir ni menos, el silencio se hace dueño del paisaje que habita el alma, para no sentir, tal vez para no escuchar la propia voz o para no equivocarse, cuando caminar duele más que antes, pero detenerse es perder, y eso no sirve.



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Imagen: Karl Schmidt Rottluff

martes, 18 de enero de 2011

Lo normal

Si todos los jueves empezaran después del domingo la vida quizás tendría alguna lógica. Podríamos desayunar después de cenar y levantarnos sin sueño antes de acostarnos. Sería interesante salir de aquí para poder entrar en el mismo sitio y mirarnos de arriba a abajo o de pies a cabeza para entender de una vez el mundo. Todo sería más normal que raro y se harían cortos los caminos largos. Podría correr despacio y precipitarme a no hacer nada, comer todas las veces que no tuviera hambre, ni comida, y empezar todo lo que terminase. La locura existiría solo en los casos de extrema normalidad y los minutos durarían  un segundo o sesenta horas. Todos naceríamos antes de morir para empezar a escribir otras vidas como esta voz que ahora escuchas.
Y si no estás de acuerdo con lo que digo, entonces sigue haciendo lo que estabas haciendo, y enciende el ordenador, navega, por no hacer nada, tal vez sea una manera de entender todas las cosas que no cuento.




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Imagen: Chidi Okoye

miércoles, 12 de enero de 2011

ver, sentir, escuchar

Parece ser que existe la adicción al correo electrónico, y parece ser que últimamente yo me estoy acercando demasiado a esa situación. Parece ser también que soy inevitablemente social y que las nuevas tecnologías ofrecen infinitas posibilidades para dar rienda suelta a esa parte de mi.

Sé pocas cosas de casi todo pero a veces sé saber cómo siento. Y cuando puedo escuchar una voz, ver una sonrisa o unos ojos que me están mirando, tocar a la persona a la que escucho, o solo tenerla al lado, la vida es totalmente diferente. Observar si ese alguien mueve las manos, si se toca el pelo o su forma de andar es importante porque es, porque completa los ingredientes de su persona y de mi percepción hacia ella.

Las nuevas tecnologías nos facilitan la vida, ciertamente, y la comunicación parece no tener límites. Sin embargo, la intensidad de realidad que vivimos cuando estamos físicamente con nuestros amigos coloca a las relaciones basadas en la red en un terreno completamente distinto, haciendo palpable la abismal diferencia que existe entre lo uno y lo otro. Y ya sé que es evidente y que no descubro nada nuevo con esta reflexión de poca utilidad basada totalmente en la obviedad, pero es que soy todavía más consciente estos días, en los que abusé del aislamiento y, por necesidad, supongo, también de los dedos en las teclas para relacionarme. Y al final más que al principio tuve ganas de decir ay ay y jaja sin escribirlo, o de no decir nada sin parecer descortés, sonreir, simplemente como respuesta, o no hacerlo, que en ambos casos, incluso a veces puede ser decir demasiado.

Y esto aunque a veces esta vía pueda ser la única posibilidad de comunicación debido a la distancia, o que, a pesar de que no siendo así, en algun caso pueda resultar ventajosa. La seguridad que te aporta este tipo de relación es infinita. No leer un mensaje cuando no es oportuno, no hay tiempo, o no se está de humor, controlar cuando lo respondes, decidir no acceder a la bandeja de entrada durante tres días o dos horas, escribir "haha" cuando estás deprimido si se quiere, o conseguir no escuchar una voz molesta, o incluso hasta salvarnos de un olor a sudor o a un perfume demasiado absorbente.

Pero la protección que nos ofrece es un arma de doble filo. Nos protege de incomodidades insalvables en la vida real al mismo tiempo que nos saca de ella. Porque tenemos cinco sentidos y porque hay ciertas cosas que las palabras nunca podrán decir. Porque todo tiene un lugar, un espacio y un tiempo. Porque compartir el silencio es fascinante tanto como compartir el grito, y nada de esto cabe en este campo. Y con todo y a su pesar, apuesto por el correo electrónico, y por el chat, pero también estoy convencida que su abuso puede llegar a confundirnos, y a menudo, con adicción o sin ella, perjudicar seriamente nuestra salud.



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Imagen: Gauguin

martes, 4 de enero de 2011

la vida

Cuando descubres que algunas mentiras son verdades, que la vida es rara y que el mundo está loco, yo decido abrazarme a su locura para permanecer viva. Reirme de la risa y llorar de alegría, y disfrutar de esta pasión de la que ya no huyo, por la vida, por todo lo que me rodea y me hace sentir, hasta por esa frase ingenua que me quitó una noche entera el sueño.
Y analizo cada una de mis verdades para reconocer ante mi misma que nada es real aunque todo es cierto, y que será lo que no borre el tiempo ni la memoria lo que será parte de mi y yo misma, aunque me cambie el nombre o el lugar desde donde ahora
pienso y escribo en un descanso que no tengo. 
Y me río recordando el chiste más tonto de la historia con la misma facilidad que lloro al verle el alma en los ojos a un indigente que pide atención y limosna. Saboreo en el recuerdo las palabras que me gustaron, para soñar que si le digo ven lo deja todo, para reirme de mi misma y bailar con este optimismo con el que me parieron a cambio de la paciencia, y tanto más. Y cuando ya nada tiene sentido, es cuando más me río por alegrarme de que todo revista normalidad, porque la vida es grande al final y yo no encajo en las canciones. Porque si me dicen ven no lo dejo todo ni me interesa el que lo hiciera aunque lo dije, y porque si vivir a veces es no entender casi nada, ser feliz a veces también es no tener que hacerlo y que aún así, o a pesar de ello, todo siga siendo igual de divertido.



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Imagen: Kandinsky