martes, 30 de noviembre de 2010

Sueños en azul

Todos los días se acostaba con una palabra en la mente, pensaba en ella durante unos minutos intensamente con la intención de soñar algo que tuviera relación. Era un juego que había empezado por casualidad hacía años y del que alguna vez había obtenido resultados. Le divertía juguetear con el inconsciente, en una especie de reto hacia si misma.

Esa noche pensó en el color azul. Pensó en agua, aunque el agua no es azul, y en el mar. Pensó en el cielo, y en flores azules de las que no sabía los nombres. También en pitufos, que aunque era prosaico no se le ocurrieron muchas cosas bellas de ese color. 

Pero no soñó nada de color azul. No hubo cielos, ni mar, ni agua. ni flores. Ni siquiera pitufos, por suerte, porque le asustaba un poco la idea.  Sólo soñó que el aire la invadía desde el interior, en una mezcla de libertad y de prisión, difícil y cómoda, que la llevaba de la euforia a la agonía en poco rato. Fue en gris y en rojo pero supuso que era una sensación azul que nunca antes había tenido, que si bien era enormemente bella, al mismo tiempo también era el borde de algun abismo. Y aunque no hubo pitufos, se asustó.

Nunca supe si a pesar del miedo o justo por eso, le había gustado el sueño, aunque nunca habló de aquello con nadie, y olvidó aquel juego para siempre. Y al color azul, por si acaso.


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Imagen: Picasso.

Curiosidad

Tengo una curiosidad insistente por saber cómo serán sus besos, una curiosidad serena, que me interrumpe a menudo otros pensamientos y que aún en sueños persiste,  como linda inquietud, o alguna vez incluso me desvela.

Tengo una curiosidad insistente por saber cómo olerá su piel, por descubrir qué sabor tiene su sonrisa cuando abre los ojos por las mañanas, por conocer el penúltimo gesto que le envuelve cuando los cierra porque todo termina.

Tengo una curiosidad latente por saber cómo siente la piel su ternura, por conocer su  silencio cuando acaba el día. Una curiosidad insolente es la que tengo, y la que a ratos me agita, por conocer la forma de sus noches, su orden en desorden, la desnudez sin las palabras, curiosa por tocar los colores que sueña cuando nadie le escucha.

Y yo que no sabía que yo era tan curiosa...,tampoco sabía nada del placer de la curiosidad en sí misma.


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Imagen: Loïc Allemand

martes, 16 de noviembre de 2010

palabras rotas

Sandalio se dio la vuelta para esperar a su hermana Laura, pero al girarse, sin querer, golpeó con la mochila que cargaba en la espalda el enorme diccionario que permanecía en la esquina del escritorio. El objeto se deslizó hasta abandonar la mesa, haciendo después un extraño y largo recorrido en forma de parábola ciertamente ilógica. El libro se estampó finalmente contra el suelo, de una forma aparatosa y circense, y tras la colisión, un montón de palabras saltaron de las páginas y se repartieron por los aires a lo ancho de todo el salón: escalera, escalofriante, escalón,...parecía ser que el impacto más fuerte había sido en la página de la e. Pero también temblor, tiritera, peldaño, grada,... ya que se trataba de un diccionario de sinónimos. Laura y Sandalio se miraron preocupados, y sin decir ni una palabra se apresuraron a recogerlas antes que nadie pudiera darse cuenta del accidente. El libro era del abuelo Tomás y no querían hacerlo enfadar, ya que era un hombre de mucho carácter.

Pero no fue nada fácil, por no decir imposible, reconstruir el entuerto. El problema fue, que al caer, las palabras se habían roto, estaban deshechas, y en ese momento ya eran letras independientes, de color negro, esparcidas por la alfombra, más algunos números de página de color azul, de una sola unidad por la misma razón. Sandalio era el más pequeño de los dos, pero tuvo una idea, que aunque no era especialmente brillante, era una, y fue lo que hicieron para no quedarse parados. A Laura le había entrado un ataque de risa, de los nervios, porque la situación no era para reir, y no parecía reaccionar en ningún sentido. Así pues, siguiendo la idea de Sandalio, recogieron todas las letras, una a una, con muchísimo cuidado para no estropearlas, y las fueron colocando en los espacios en blanco que habían quedado en el libro. Qué pena que a su edad, no reparara Sandalio en el hecho de que no debía poner más de dos consonantes seguidas, y claro, Laura sólo ejecutaba órdenes de su hermano sin analizar, en situaciones de estrés el análisis no era su especialidad.

El abuelo parece ser que nunca se dio cuenta del suceso. Quizás nunca dio con esa página en los días que le quedaron de vida, o tal vez fue esa la razón de sus últimas palabras que nadie entendió: esgrdca lreafritean blormet ñolpe2d. Algunos pensaron que había perdido la cabeza, pero nunca nadie consideró que quizás él creyera estar hablando con absoluta exactitud y riqueza de lenguaje.
 
Y este cuento que no tiene moraleja ni intención, me lo contó una noche, una mochila inquieta y juguetona que todavía se anda riendo.


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Imagen: Fernando Botero.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Asumo el riesgo

El destino es caprichoso y la vida inoportuna, y yo asumo el riesgo de haberte conocido.
Igual que los niños se ríen cuando les moja la lluvia, a mi me despierta la sonrisa inventarme que me buscas, inventarme que disfrutas sacándome una risa. Y yo que no espero lo que no vas a darme, tan sólo sueño con pensar que alguna vez te equivocaste y soñaste con mis besos, o me engaño imaginando que un error te llevó alguna otra vez a echarme, sin pensarlo y sin quererlo, un poquito de menos.

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Imagen: Karl Schmidt-Rottluff

jueves, 4 de noviembre de 2010

no imagino

No imagino una vida con días insulsos, sin conversaciones, ni miradas, cómplices o obscenas, sin aprendizajes.

No ima
gino una vida sin personas. Tristes, alegres, pesimistas, entusiastas, locas o responsables.

No imagino una vida sin silencio, sin espacio propio, sin entorno, sin soledades.

Ni una vida sin pasiones, ni esperas, ni lucha, ni metas.

No imagino una vida con días sin dudas, ni tampoco una vida sin fracasos.

No imagino una vida sin llantos, sin sonrisas, sin tu mirada y sin la mía, per
didos en un mundo sin instrucciones.

No imagino nada sin temores, sin el miedo y la atracción por la misma cosa, sin frío y sin calores.

Ni una vida sin imperfecciones evitables,
sin errores, ni tentaciones.

No imagino una vida con caminos trazados,
sin libro en blanco, con previsiones.


No imagino una vida sin la risa, la música, el baile...Sin el aburrimiento consentido, sin el juego, sin la libertad, sin el grito, sin la sangre. 

Sin la locura, sin la prisa, sin la calma, sin el sueño... una vida sin este momento.

No la imagino.



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Imagen: Tarsila do Amaral.