martes, 28 de septiembre de 2010

Te desconozco

El otro día conocí a un desconocido. Fue culpa suya aunque yo también puse de mi parte. Después estuve pensando que es difícil volver a un estado anterior. Que no se puede, y que nunca había reparado en ello. Cuando por casualidad o adrede te topas con alguien en la vida, ya no hay vuelta atrás, ya no lo puedes desconocer. No hay manera. No puedes ignorar el hecho, no puedes decidir no haberlo conocido. No puedes eliminar su imagen de tu mente a voluntad, ni borrar algo que te dijo que te fascinó o enfureció. Si te ha dado algun estímulo, aunque sea el del aburrimiento, el de la risa o el de la curiosidad, lo recuerdas más de un día. Y puede incluso que os hagáis amigos, o que con el tiempo nazca algun tipo de relación, de entre los mil tipos y grados que existen, pero una relación que en cualquier caso será siempre distinta a la que uno tiene con un desconocido. Claro.

Y si por cualquier razón el contacto se rompe, o se desvanece, o pasa el tiempo y nunca más sabes de esa persona o ella de ti, dirás le conocí, le hablé, le quise o le odié tal vez, pero no dirás no le conozco. No podrás hacerlo.

Y eso no es bueno ni malo, sólo es.
 
Y del mismo modo me di cuenta que igual que no hay retroceso en conocer tampoco existe la amnesia intencionada. No hay decisión en la memoria. Quizás sí la hay para la del recuerdo, si lo escribes o lo compartes, pero no para la del olvido.
 
Y puede ser bonito que sea así, aunque eso siempre depende.



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Imagen: Picasso.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Perdón, ¿podría no repetir?

Me ponen algo nerviosa las personas que repiten lo que tú les acabas de decir un segundo despues de que tú lo hayas dicho como si se les hubiera ocurrido a ellos. Y las preguntas son dos: ¿Lo hacen queriendo? y la más importante:  ¿por qué lo hacen? Y no me refiero a ideas brillantes, no, si no a cualquier cosa. Es lo extraño del hecho lo que me saca de quicio, no que me roben una idea, que tampoco tengo tantas y además si fuera así al menos sería una acción lógica. Le dices a alguien: "podríamos ir primero al cine y después ir al bar que fuimos el jueves". Y te contesta: "y vamos al bar del jueves, después del cine". A mi se me queda cara de tonta y al principio pienso: "no me ha oído" o "tal vez lo pensé pero no lo dije en voz alta" y cuando me doy cuenta que sí lo dije, es cuando ya miro fijamente al otro, absorta, como preguntándole internamente "por favor, por qué haces eso? necesito una explicación". Claro, algunas veces, dependiendo de la confianza que tengas con la persona, puedes preguntar, y de hecho si se da varias veces lo acabas haciendo por pura supervivencia. Lo que pasa es que a menudo no llegas a ninguna conclusión con la respuesta porque realmente, no ahondas. "Es lo que acabo de decirte" y no te responden que sí, si no que siguen hablando y tú quieres parar la conversación para decirle, "por favor ¿puedes reconocer que has repetido lo que acabo de decir y explicarme el motivo?" pero no lo haces para no parecer rara, cuando los raros son ellos. Entonces, lo único que haces si el hecho se repite más de lo deseado, es tender al alejamiento. Sólo porque da rabia. Sólo por la incomprensión de una acción tan absurda.

Yo lo hice con un noviete, ex-noviete, lo del alejamiento. Me ponía muy nerviosa estar de acuerdo en todo, y de ese modo. Fue una relación corta así que no llegué a saber si era consciente de que lo hacía, aunque desarrollé esta intolerancia de la que os hablo, supongo que fue entonces...


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Imagen: Roy Lichstenstein.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Fueron

Fueron dos, las lágrimas suicidas, que saltaron desde el párpado inferior en caída libre y sin pedir permiso, y que en un silencio lento chocaron hasta fundirse con el tejido del pantalón, que las recibió con resignación acogedora. No me preguntaron, como dueña del orígen, si debían nacer o morir ni en qué momento. Sólo vinieron a este mundo para no quedarse; sólo vinieron para poner de manifiesto, espontáneo, absurdo o no, una tristeza que no esperaba, una tristeza que permanece en mis pupilas a estas horas, dispuestas sin saberlo a inundarse en un segundo, con cualquier pedacito de recuerdo.