miércoles, 24 de marzo de 2010

algunas veces y otras no

Algunas veces, cuando no tengo ganas de reir, ni la escena más divertida del mundo consigue mover un sólo milímetro de mi rostro. Nada es gracioso, entonces.

Otras veces, sin embargo, sonrío de oreja a oreja sólo con los buenos días de mi compañero de trabajo, o al recibir el cambio del café de las ocho. Incluso con el gag medio bueno que he visto ya cinco veces de mi serie favorita.

Y no lo hago queriendo.

domingo, 7 de marzo de 2010

observo

Me detengo, y de forma imaginaria, también, muevo lentamente mi mirada y mi cabeza hacia la derecha, hasta girarla por completo. Y miro atrás. Observo los días que han pasado: una semana densa, rica en sensaciones, llenísimas de vida. Entre todo lo que viví, conocí una historia de una vida ajena. Historias que antes sólo había visto en el cine o en boca del que conoce a alguien que le contó que le contaron. Esta vez me lo explicó el protagonista, y con derecho a hacer preguntas obtuve respuestas que no por honestas fueron más satisfactorias. Al escucharlas casi pude tocar el desengaño, la parte más amarga de la vida, que algunos escogen, por cobardía o por desgaste del que se cree viejo para empezar de nuevo. O del que escoge sin saber que lo está haciendo por escoger el no hacer, sin sentirse responsable de su propia vida. Y me entristecí, por el que opta por perder. Por las veces que lo hacemos.

Ya lo observé. Ahora recupero la dirección de mi mirada. La vida está delante.

verdades y mentiras

Gracias. Sólo eso y nada más. Por tu verdad. Y por todo lo demás. Una comida, unas horas y una taza de té, de hierbas del bosque. Y muchas, muchas cosas que sin conocernos compartimos de una forma extraña. Hasta ayer no sabía tu nombre y hoy sin un porque, sé mucho de ti. Y tu de mi. Algo, ¿qué fue? no sé, nos llevó a compartir una parte de nosotros: esa que uno se suele guardar. Alguien que cuando hablamos de mentiras se definió como un semi mentiroso, y que más tarde comprendí la razón, me habló desde la más completa honestidad, en letras mayúsculas. Como dos personajes escapados de un guión, que en la terraza de un restaurante se refugian de sus propias vidas. Y se las explican, y se conocen, en un encuentro que tan fácilmente pudo no haberse dado.

Ah, qué grande fue, hablar de la vida y de los sueños, de los hijos que se tienen y de los que no se tendrán, ... de tantas cosas y nada era mentira. De la felicidad también ¿cómo no? y seguí aprendiendo, escuchando unas palabras que alguna otra vez ya había oído, pero que por primera vez comprendí, al darme cuenta que venían de lo que mi propia vida un día pudo haber sido, y no fue. Por fortuna, digo hoy.

¿Y por qué suceden así las cosas? Tan rápidas, tan fáciles, tan extrañas. No lo sé. Surgen simplemente cuando te sales un rato de la prisa, y te dejas llevar por el momento. Cuando estás en algun lugar sin tener un motivo, y tu verdad se encuentra con otra, cara a cara. Y hablamos también del destino, que tú bautizaste como azar. Al destino o al azar, no me importa, hoy le agradezco, por que cuando teníamos que ser tres, fuimos dos, y así pudo darse esa tarde mágica. Esa tarde que fue nuestra.

Voy a volver a verte, sí. Aunque digas que no, o que no sabes. Y vamos a ser amigos. No puede ser de otra manera.